
Guanajuato, Guanajuato.- La investigadora, historiadora y novelista Sofía Guadarrama afirma que el Día de Muertos actual reemplazó desde la imposición católica a las antiguas culturas de los pueblos originarios. Si bien tiene referencias de la cultura mesoamericana, no es una herencia directa, sino una adaptación de símbolos para la celebración cristiana. Señala que el miccailhuitl (celebración prehispánica) y el Día de Muertos moderno no son lo mismo, no lo fueron y sólo son una visión de la modernidad.
Explica que para los mexicas (llamados comúnmente “aztecas”) la muerte era un viaje, no un castigo. El viaje duraba cuatro años y era un regreso a la casa de donde procedían originalmente las personas.
Añade que en la mayoría de las ciudades mesoamericanas no se enterraba a los muertos, sino que se les incineraba. A los notables se les hacían mausoleos en su honor en las pirámides.
Del 23 de octubre al 11 de noviembre, según el calendario cristiano. , los mexicas celebraban la tepeílhuitl, “la fiesta de los cerros” para honrar a las montañas, no a los difuntos.
La historiadora explica que los mexicas no adornaban sus casas con papel picado, tampoco colocaban pulque, camote y tamales en las ofrendas en la madrugada del día primero de noviembre ni trazaban caminos de flores de cempasúchil. Mucho menos hacían desfiles del día de muertos.
La investigadora sostiene que, en tiempos de Lázaro Cárdenas, el país necesitaba reconciliarse con la Iglesia tras la guerra cristera y entonces, un grupo de intelectuales dijo que el Día de Muertos venía de los antiguos mexicas. Y el presidente lo aceptó como verdad oficial.
Así nació el mito, dice Sofía Guadarrama: “No como una flor que brota del campo, sino como una máscara que se pone sobre otra”.

La otra “tradición”, la procesión de “catrinas”, deriva de la imitación de una escena de la película Spectre 007, rodada en la ciudad de México en 2015 y que retomó la figura de la Catrina, figura creada por Diego Rivera, a su vez tomada de la Calavera Garbancera de José Guadalupe Posada.
Son los mitos de una fiesta que se disfruta sin tantas reflexiones históricas y que la autora reconoce como importantes para identidad y la integración mexicana, pero sus orígenes son desconocidos por la mayoría.
