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Si Gignac me hubiera dicho: “está llorando el hijo de la v3rga”

Muy a propósito del video donde se burlan de un aficionado fresero

 

Irapuato, Guanajuato

En la época de los 80´s cuando el Irapuato jugaba en la Primera División, con el Atilio Ramírez, Rodolfo Villegas, Félix Madrigal entre otros históricos jugadores, era de cajón todos los domingos por la tarde asistir al histórico Estadio Sergio León Chávez (antes estadio Irapuato). Uno era niño y no pistiaba, pero si me chingaba las ¡¡¡ricas paletas de yoguuuuuuuuurth!!!.

Es más, no solamente apoyaba al primer equipo, sino que también me aventaba el juego del Torneo de Reservas (que eran los segundos equipos de cada club). Gritaba y me emocionaba. Era un aficionado al futbol, que debo confesar, un aficionado que nació Tigre. Tigre de la cuna al cajón.

Prácticamente no me perdía ningún partido, ni uno. En especial cuando venían los Tigres o el Monterrey. Obviamente se hacia mejor ambiente con el América, el Pumas y el Cruz Azul. Apoyaba al Irapuato por el amor al futbol. Toda la vida intenté jugar profesionalmente, pero muy a penas tuve intentos en la LIFA.

Y claro, una cosa es que te guste el futbol y otra que seas un gran jugador. En la escuela, me desquitaba, y en el Centro de Convivencia (hoy Parque Irekua) me la vivía literalmente todos los sábados. En aquellas canchitas de tierra con troncos en la portería. Troncos de árbol… no troncos como los que ustedes bien conocen.

Atilio Ramírez era el goleador del momento, y un domingo cuando acababa de comprar mi boleto en taquilla, me lo topé de frente. Caminando, con su mochilita a la espalda. Aunque chaparrito y gambetero…¡era un señorón!. No podía creer tanta humildad.

-¡¡Atilio!!. -le grité-…

-Se acercó y me dio un abrazo.

Si ya era mi jugador favorito del Irapuato, con ese gesto me ganó para toda la vida.

Los incidentes ocurridos con la Trinca Fresera está semana me han dejado en shock. Cuando vi que alzaban la copa, me dio una gran alegría. Tal vez porque la peor temporada de los Tigres de los últimos diez años ya terminó (aunque las Tigritas van por su cuarto campeonato con todo y la Katy Killer lesionada).

Vi dos videos que se han vuelto virales. Entiendo perfecto que entre los jugadores se llamen “gatos”, y que se lleven entre sí en un ambiente de camaradería.  Entiendo, que se pudo malinterpretar cuando dos (sólo dos, no todo el equipo, aclaro) de ellos gritan “aplaudan gatos”. Pero pareciera que se lo dicen a la afición. No voy a hablar de este video. Voy a hablar de “el otro” video.

Del video cuando llegan en un autobús a la ciudad y ven con el alma desbordada a un fanático. Un verdadero fresero. Un irapuatense de cuna, un aficionado a la Trinca, de corazón. Esas lágrimas de felicidad contenidas durante tantos años. Por fin ver levantar un trofeo, si quieren llamarlo “molero”, pero al fin y al cabo un triunfo que no le quita mérito a la mayoría del equipo. Ese llanto incontenible, con los colores azulgrana tatuados en el corazón. Esa espera infinita, para por fin decir ¡¡arriba el Irapuato cabrones!!, ¡¡somos chingones!!, ¡¡somos campeones!!.”

Y de repente… no sé si por el alcohol. No sé si por ignorancia. No sé si por perder el piso al subirse a un pequeño tabique. No se si por estupidez. Bueno… seguramente sí fue por estupidez… esa frase que no olvidaré jamás: “Está llorando el hijo de la verga, jajaja”.

Esto sí es incomprensible. Neta. Quisiera echarle la culpa al alcohol. Pero no… esto es nuestra cultura. Ese pseudojugador (que ahora resulta que no es jugador) no tiene nombre. En redes sociales podrán decir lo que quieran: “que no es cierto”, “que no es lo que parece”, “que no lo dijimos”, “que no era para la afición”. ¡¡¡Por favor!!!. Como aficionado al futbol ¡exijo que esa persona se disculpe públicamente!. ¡Exijo respeto para la afición irapuatense!. ¡Exijo que se cierren las puertas en el club Irapuato para esa persona que gritó esa estupidez!

No me imagino, yo con mi playerita de los Tigres, mi gorra, mi bandera, mis colores, mis lágrimas a todo lo que da, mi cel para grabar esos maravillosos momentos, ese campeonato tan esperado y que Gignac, con su buen acento español, le dijera al Nahuel, “está llorando el hijo de la verga”. Hasta ahí llegaría la carrera de Gignac, pero no mi amor por Tigres.

Obvio, hay niveles. Obvio, eso jamás sucederá…. Y ellos no gritarían: “aplaudan gatos”, ellos con mucho orgullo desde el estrado gritarían: “¡¡¡Aplaudan Tigres, aplaudan!!.

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