“Quien apuesta a administrar cenizas,
está más retorcido que quien provocó el incendio”.
Abel Pérez Rojas
Coincido plenamente con la afirmación que sostiene muy claramente que “con la violencia no se juega”, en verdad que es cosa seria, tan seria que lo que está de por medio es la vida, la libertad y la seguridad de poco más de 120 millones en México.
En las últimas semanas los hechos violentos se han acrecentado vertiginosamente desde el norte hasta al sur y pese a la política mediática de no difundir con su crudeza las noticias sangrientas, la realidad nos estampa de que estamos viviendo momentos inéditos en los cuales el asombro dio de sí y cada día rebasa al anterior.
En ese contexto es oportuno decir una y otra vez que no se vale jugar con la violencia, sobre todo cuando hay por todos lados reguero de combustible que puede desatar los ánimos a un estado incontrolable.
Los muertos en Nochixtlán, Oaxaca, las marchas nacionales de protesta que han surgido con motivo del movimiento magisterial ante la mal llamada “reforma educativa” o la de los médicos en contra de las condiciones deplorables del sistema nacional de salud, los hechos delictivos vinculados con el conocido como “crimen organizado” que a veces deja montoneras de muertos y otras veces también, el recorte presupuestal en materia social, entre otras, son sólo algunas de las mechas en espera de combustión.
¿No es acaso jugar con la violencia el hecho de cerrarse al diálogo?
¿No es irresponsable iniciar una gira al exterior en plena agitación social?
¿No es tomar a la ligera la unanimidad de hartazgo y arrancar precampañas electorales en el 2016 pese a que el próximo proceso electoral es en el 2018?
¿No es jugar con la violencia y apostarle a que el país se incendie para erigirse como el gran pacificador que el país necesita?
O peor aún ¿Será que en el fondo no les importe a los dueños del poder cómo quede el país en esta administración federal, porque gane quien gane en la siguiente de todas maneras ellos continuarán ejerciendo el poder real?
Lo que nos debe quedar claro es la irresponsabilidad con la cual por todos lados se está abonando la situación actual.
Revisemos con detenimiento lo que le vengo diciendo y verá que hasta ahora han ido ganando el control las voces extremas de uno y otro lado: los extremos de los extremos, aquellas en las cuales no hay cabida a posturas medias, ni a soluciones alternas.
Si partimos del acuerdo de que la violencia a nadie –en su sano juicio- conviene, entonces podemos empezar a vislumbrar y a exigir salidas alternas a lo que estamos viviendo.
Pero todos tenemos que ceder un poco a nuestras posturas, a nuestros intereses mezquinos; no podemos desear administrar los escombros, aunque estas cenizas representen millones y millones de pesos.
No debemos tomar el malestar y la indignación a la ligera.
No se vale jugar con la violencia.