Guanajuato, Guanajuato
La pederastia en Guanajuato se ha convertido en la “hostia” cotidiana; en colegios católicos, templos y monasterios se han presentado abusos infantiles, encubiertos frecuentemente por el escudo “sacro y santo” de la religión.
En Guanajuato cada vez son más los casos destapados de sacerdotes que han cometido conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia en niños, niñas y adolescentes que han sido víctimas inocentes.
ALGUNOS CASOS DE ABUSOS CLERICALES
En Irapuato en el año 2017, el sacerdote Jorge Raúl Villegas fue condenado a 90 años y siete meses de cárcel, luego de haber abusado de dos niñas de 14 años en el colegio de monjas Atenas, a lo largo de tres meses. Según los testimonios, el victimario eligió los viernes para abusar de ella “bajo secreto de confesión”, mientras que los lunes le daba “asesoría psicológica”.
Villegas fue obligado a pagar a cada una de las víctimas una multa, la reparación del daño moral y el tratamiento psicológico que recibieron. Los montos para proteger la seguridad de las menores y sus familias, por cada concepto la suma fue superior a los 50 mil pesos.
Después de la denuncia surgieron más casos en contra del sacerdote Villegas y se le sumaron los cargos a la condena que ya tenía por violación calificada, abuso sexual, corrupción de menores y hostigamiento sexual.
En Guanajuato, Vicente Fox y autoridades de Guanajuato “solaparon” al cura Pedro Gutiérrez Farías que presuntamente abusó de niños y niñas en seis albergues de Salamanca, Irapuato y Moroleón, caso del que se desconoce qué tipo de abusos o el curso de las investigaciones.
El secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Alfonso Miranda Guardiola, en la Jornada de oración por las víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes, dijo:
“No hay ninguna justificación posible para no denunciar, para no desenmascarar, para no enfrentar con valor y contundencia cualquier abuso que se presente al interior de nuestra Iglesia”.
Y agregó “no cabe duda que el problema del abuso sexual en la Iglesia católica constituye un cáncer, al que, principalmente los pastores, debemos enfrentar contundentemente hasta extirparlo, a costa de ser tachados como infieles y traidores al mensaje de Jesús, y a la misión de la Iglesia.