La plática de abuelita que nunca faltaba para el día de muertos era:
En un día dos de noviembre hace muchos años en el Panteón “Los Olivos” había por doquier canillas, calaveras, cabellos y ropa de difunto fuera de las tumbas.
Un día un muchacho llegó al panteón, pateó una calavera y le dijo “mañana te invito a mi boda”.
El joven termina de visitar a sus familiares fallecidos y se va a casa para hacer los preparativos de su boda que se efectuará al día siguiente.
Llega el día especial, se celebra la boda, se van a comer a casa de la novia y cuando se dispone a comer, ve a la calavera en la mesa y escucha una voz tenebrosa que le dice “acepté tu invitación y aquí estoy”, diciendo esto, el joven se desmayó, la novia e invitados no comprendían que pasaba, ya que ellos no vieron ni escucharon nada.
El joven duró quince días con fiebre y sin poder pararse ni hablar, poco a poco se fue recuperado, contó lo que había pasado y nadie le creyó, él estaba seguro de este hecho insólito, prometió ir al panteón a pedir perdón, desde entonces, tuvo más respeto por los que ya no existen.