Por: Davinchi
#NotusNoticias
-¿Y qué llevas ahí? –pregunté señalándole la cajita- .
– Mmmm… no es para ti.
-Ya sé, ya sé.
¿Pero no me lo vas a decir?.
– Claro que no.
-¡Ándale! -insistí.
Dicen que Artabán llevaba vino…
Muy a propósito de este Día de Reyes, les quiero platicar algo que me ha sucedido hoy por la mañana. Seguramente más de alguno de ustedes habrá escuchado la historia de “Artabán, El Cuarto Rey Mago” (esta historia nos narra que había un cuarto rey mago que se perdió de la estrella que los guiaba -a Melchor, Gaspar y Baltazar- porque llevaba en su haber vino y aceite y por el camino iba ayudando a los pobres, a los olvidados, a las injusticias y esto lo retrasó más de treinta años hasta llegar justo el día de la muerte de Cristo), pero lo que leerán a continuación los dejará con la boca abierta.
Venía caminando por Paseo de la Presa rumbo a mi casa allá en Guanajuato, lo único que quería era terminar el famoso Maratón Guadalupe-Reyes. ¡Ya casi, ya casi! -me decía a mí mismo- Quería cerrar con broche de oro, llevaba mi sixcito bien helado para darle mate al maratón. Llegué hasta la presa y destapé la primer rica, helada y suculenta cerveza. Hacía un frío de la mera fregada, pero el alcohol es el alcohol.
Me puse de ocioso con mi cigarrillo en la boca, cuando de repente se me apareció “algo”, una silueta, la verdad no sabía bien qué era, si hombre o mujer. Se veía con sus ropas sucias y rotas, en sus brazos llevaba un bulto, algo así como una caja. Se acercó lentamente hasta donde estaba.
-¿Me invitas una cerveza? -me preguntó.
-¡Claro! -le respondí- (fue hasta entonces que me di cuenta que era mujer).
-¿Cómo te llamas?
-Guillermo. ¿Y tú?.
-Kamala.
-¿Ca… queeé?
-KA-MA-LA-
-Orales, “bonito nombre”. ¿Y qué haces tan noche? Por tu acento me imagino que eres turista.
-Mmmm… pues digamos que soy turista, sólo que me he perdido. Hace muchos años ando perdida.
-¿De dónde vienes?.
-De un lugar muy lejano. Más allá del Oriente.
-¡¡¡Orales!!!! Y eso?
-Pues ya ves. Salí buscando una estrella hace más de dos mil años.
– Cuando me dijo esto… la verdad, no supe si reírme o irme corriendo a buscar un poli (pero como ya saben que siempre llegan cuando se acaba el show, decidí mejor seguirle la corriente).
-Y a qué te dedicas.
-¡Soy la Reina Kamala!
-¡¡¡Amossssss a la …hasta reina me saliste!!! (hasta ese momento me cayó el veinte. Esta doña se creía la Quinta Reina Maga). ¡Mejor tómate otra cerveza! -le dije-.
Sin decir agua va, se la bebió de un sólo trago. Se veía que andaba sedienta.
-¿Y que llevas ahí? -pregunté señalándole la cajita- .
– Mmmm… no es para ti.
-Ya sé, ya sé. ¿Pero no me lo vas a decir?.
– Claro que no.
-¡Ándale! Le insistí. Dicen que Artabán llevaba vino…
– Pues sí, pero Artabán era Artabán. Yo cargo algo más valioso. Pero me has caído bien. Se ve que eres un buen chico Guillermo. Sólo por eso te voy a enseñar lo que nadie ha visto nunca en la historia.
– ¡Gracias! -respondí con sinceridad.
– Acércate un poco más me dijo Kamala.
Me acerqué un poco hacía aquella caja, de pronto la Reina Kamala abrió el tapa y una luz intensa salió de su interior, me cegó los ojos, ya no pude ver nada, parecía como si tuviera el sol en la mera cara.
-¡¡¡Levántate!!! -era la voz de un hombre-
– ¡¡¡No manchen!!! Me quedé dormido arriba del cocodrilo de piedra que está en la Presa de San Renovato, y el que me hablaba era un poli.
– ¡O le caes a tu cantón o te carga la chin…! -me amenazó-.
– Ta´bien, ta´ bien ya me voy jefe.
La casa estaba a unos cuantos metros de ahí. Aún con un fuerte dolor de cabeza me dirigí hacia la entrada. Por el camino se veía a un grupo de niños jugar con bicicletas, pelotas, carritos, muñecas, teléfonos, tabletas y muchos juguetes, como si fuera día de Reyes. ¡Es Día de Reyes!, qué tonto soy.
Ya no tenía sueño, pero me urgía un buen baño. Al llegar a la casa vi el arbolito aún con los foquitos prendidos desde no me acuerdo qué día se quedaron encendidos. Ahí había una vieja caja con un sobre arriba de ella. ¡Era la misma caja que traía la Reina!
Con un poco de miedo abrí la carta, el papel estaba muy desgastado y apenas se alcanzaba a leer lo siguiente: “Que mala soy, ni siquiera alcancé a despedirme, por tu confianza y por tu fe te paso la estafeta para que entregues mi encargo, la condición es que no le digas absolutamente a nadie cuál es su contenido. Tuya siempre. KAMALA”.
-Sé que esta historia no me la van a creer, pero en verdad me sucedió. Antes de escribir estas líneas me dispuse a enterrar la caja con su contenido en un lugar muy seguro. Tal vez algún día se lleguen a enterar qué es lo que guardó Kamala desde hace tantos años con tanto misterio.