Irapuato

Irapuato en la Independencia

La ciudad vio llegar a las tropas de Miguel Hidalgo en la tarde del 25 de septiembre de 1810, cuando éste se dirigía a tomar la ciudad de Guanajuato

Irapuato, Guanajuato.- Irapuato comenzó el siglo XIX con una amplia población agrícola en sus haciendas y ranchos en lo que entonces se denominaba congregación. Su economía dependía en gran medida de sus lazos comerciales con el Real de Minas de Guanajuato y de las buenas o malas cosechas que se obtuvieran para para abastecer el mercado regional.

Los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX no habían sido muy benéficos para la localidad. En el año 1785 se pasó por una terrible crisis agrícola que hizo escasear los alimentos a tal grado que los habitantes consideraron al año como “el año del hambre”.

El 25 de agosto de 1805, la congregación sufrió una de sus peores inundaciones que arrasó con los barrios y calles céntricas de la congregación, derrumbando una cuadra de casas al costado del templo de San José y cobrando varias víctimas.

En un contexto de desajustes económicos y sociales, Irapuato vio llegar a las tropas de Miguel Hidalgo en la tarde del 25 de Septiembre de 1810, cuando éste se dirigía a tomar la ciudad de Guanajuato.

Las autoridades civiles de la congregación lo recibieron sin oponer resistencia, ante la poca y mal armada de la Legión del Príncipe que se encontraba en la localidad, asentada en lo que ahora es el hotel San Francisco, donde según afirma Eduardo M. Vargas, pasó la noche el cura Hidalgo, estando la plaza de la Tanda (ahora Miguel Hidalgo) repleta de reclutas y seguidores del insurgente.

En su corta estancia en la congregación, Hidalgo planeó la forma de atacar Guanajuato y aumentó sus tropas con los habitantes de la localidad, partiendo el día 26 de septiembre rumbo al Copalillo.

Una vez tomada la ciudad de Guanajuato, después de la victoria de la batalla en la Alhóndiga de Granaditas, Hidalgo dispuso tomar Valladolid. En el camino, sus tropas volvieron a pasar por la localidad el 10 de octubre de 1810, una parte de sus hombres pasó la noche en la congregación, donde se les unieron nuevos adeptos.

En su segundo paso por Irapuato, Hidalgo comenzó a disponer de los recursos de la congregación y comenzó a dar órdenes a las autoridades civiles sobre su distribución, por lo que entregó varios insumos al Teniente del Alcalde Mayor de Segundo Voto de la Congregación, entre ellos baúles de géneros finos como muselinas, sedas, indianillas, libros, cacao, herrajes, breviarios, cornucopias de cristal, aceite, sillas de estaca, entre otros, para que los vendiera y después dispusiera al abastecimiento de las tropas insurgentes.

Los hacendados y administradores también siguieron las órdenes de Hidalgo y demás jefes insurgentes, no tanto por filiación ideológica, sino por no tener otra opción.

En algunas ocasiones les tuvieron que proporcionar cereales en abundancia, animales y dinero; en otras sólo tuvieron que prestarles sus tierras para el acampado de sus tropas.

Fue común también que algunos administradores de haciendas siguieran las órdenes de los insurgentes para la administración y distribución de los recursos que solventarían la guerra. Así por ejemplo en su segundo paso por Irapuato, Hidalgo dispuso la distribución y venta de 1230 cabezas de ganado que un vaquero de la Hacienda de San Clemente ubicada en Tierra Adentro le había donado en las cercanías de la congregación. El dinero producido en las ventas se destinaría a solventar los gastos del ejército insurgente.

La rebelión de Hidalgo tuvo eco en los indígenas, mestizos y mulatos de la congregación, pero no en las clases criollas. A pesar de que éstos lo recibieron pacíficamente, su tendencia política era claramente realista y se mostraban en contra de la insurrección.

Una vez que fue avanzando el movimiento insurgente, la milicia virreinal se reorganizó al mando del general Félix María Calleja, pero su ejército no era lo suficientemente fuerte como para combatir con éxito a los insurrectos, así que se organizaron en juntas para crear fuerzas militares que defendieran las poblaciones, villas y congregaciones.

Así fue como se formaron las “Compañías Patrióticas” que eran batallones formados por jóvenes voluntarios dispuestos a defender el orden político virreinal.

En Irapuato, los hijos de las familias acomodadas de españoles y criollos se enfilaron en la Compañía Patriótica organizada por el Coronel  Voluntario José María Esquivel y Salvago.

Este batallón fue el que resistió los cinco embates que el insurgente Albino García lanzó sobre la Congregación de Irapuato entre 1811 y 1812.

Los años que siguieron a los ataques de Albino García no fueron los más estables. En la región se desató una ola de violencia que afectó a toda la población. Las haciendas y ranchos fueron abandonados y constantemente saqueados, así como las tiendas de abasto que existían en la congregación.

Agustín de Iturbide había llegado a la congregación de Irapuato a fines de 1812 con la misión de patrullar los caminos para salvaguardar los convoyes de comerciantes de los ataques de las guerrillas de insurgentes y pacificar la región. Habitó en la casa que se encuentra en la calle de Revolución esquina con Altamirano y su llegada reforzó el Cuartel Militar de la localidad.

Después del ataque de Albino García en 1812, en la localidad no se presentó otra batalla significativa sino hasta 1817. El 10 de octubre de ese año, se libró en la Hacienda de la Caja una de las batallas más decisivas en el desarrollo del movimiento independista: la de las tropas del insurgente español Francisco Javier Mina contra la de los realistas a mando del Mariscal de Campo Pascual de Liñán y el Coronel Francisco de Orrantía.

Esta batalla debilitó en gran medida el movimiento del liberal insurgente de Javier Mina, quien a fines del mismo mes de octubre fue capturado en el rancho del Venadito y llevado al Cuartel Militar de Irapuato.

En prisión, el Subsargento realista Joaquín Arias Flores tuvo contacto con él y lo describió con las siguientes palabras:

“He visto a Mina y le oí hablar un buen rato; entró a Irapuato con el mayor despejo con una maldita sonrisa que a todos incomodaba pues parecía ser él, el vencedor […] Estaba muy sereno en prisión y contestando con mucho desembarazo a todos […] En fin el tal Mina es un solemne pícaro muy vivarachón lleno de ideas francesas y que podía causarnos mucho daño si se retardase su prisión”.

Luego de cuatro años más de luchas entre insurgentes y realistas, Agustín de Iturbide proclamó el Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821, proponiendo que la Nueva España se liberara del dominio español. La mayor parte del ejército realista y los insurgentes que seguían a Vicente Guerrero y Nicolás Bravo se unieron al Plan de Iguala, formando el Ejército de las Tres Garantías, el cual entró a Irapuato el 22 de marzo de 1821. En esa ocasión, Iturbide impuso la Banda de Generala a la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, patrona de Irapuato.

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