Irapuato, Guanajuato.- María Eugenia López Moreno tenía 14 años, faltaban sólo unos días celebrar su fiesta de sus XV años; sin embargo, eso no fue posible, aquella mañana del 18 de agosto de 1973 terminó con su sueño de jovencita.
Aunque María recuerda que nunca tuvo miedo cuando vio venir la corriente de agua que alcanzó casi los dos metros en la colonia San Juan de Retana, el agua acabó con su casa y todo lo que había adentro, aunque afortunadamente todos los miembros de su familia lograron ponerse a salvo.
Sólo faltaban 21 días para su fiesta de XV años cuando sucedió la tragedia luego de que se reventaran las presas “La llave” y “La Gavia” en el municipio de Romita debido a la gran precipitación pluvial en la Sierra de Guanajuato, lo que hizo que el agua llegara hasta el Río Silao y que desembocó en la llamada Presa de “El Conejo”.
Antes de lo sucedido, algunas personas estaban incrédulas pero por si acaso habían colocado un medio metro de ladrillos al exterior de sus casas porque si llegaba el agua, que también creían que si acaso llegaba no subiría tan alto, esto, era por si las dudas, relató María Eugenia.
“Nos decían que se andaba reventando la Presa de El Conejo pero la gente nada creía y todavía en la mañana que decían que no, que no era cierto, mucha gente nos quedamos ahí”.
Ese día en que Irapuato se inundó, María se encontraba con sus padres y hermanos en la casa que era de adobe como muchas otras en ese tiempo pero cuando vieron que era una situación grave salieron para ponerse a salvo, recordó que su papá y un tío los llevaban contra corriente y el agua les llegaba hasta el cuello, para lograr subir a la carretera, actualmente donde hoy se ubica el bulevar Mariano J. García.
Afortunadamente no hubo que lamentar una pérdida humana en su familia, pero jamás regresaron a vivir donde había sido su casa durante su infancia y adolescencia. Un conocido de su papá le dio alojo a su familia en su casa mientras se recuperaban de los estragos que dejó el agua.
Fueron 15 días los que pasaron para que el nivel de agua bajara totalmente, platicó María Eugenia; mucha gente mató a sus animales que habían sobrevivido para compartir un plato de comida con los que lo habían perdido todo aquel 18 de agosto de 1973.
Poco a poco la familia de María Eugenia se recuperó de los estragos de la tragedia más fuerte que se recuerda en Irapuato. Hoy sólo la recuerda como la experiencia más fuerte que le ha tocado vivir.