Opinión.- Existe un sinfín de cosas por las que cada mañana, de cada día agradezco a Dios infinitamente, pero en este caso muy particular quiero hablar de una en especial y es el hecho de haber nacido siendo mujer.
Desde que mi razonamiento me permitió estar al tanto de este regalo de la vida, surgió mi fascinación y no solo es por el hecho de que, por ser mujer; puedo combinar mi bolso con mis zapatos y darme el lujo de decorarme si es preciso, (por supuesto que esto me encanta) pero va más allá de la vanidad y la moda del momento, ya que independientemente del aspecto físico que cada una de nosotras posee, lo más interesante de esto es la maravillosa complejidad, con la que todas y cada una de nosotras fuimos conferidas.
Existimos mujeres de todo tipo, talentosas, ingeniosas, perseverantes, creativas, maternales, tiernas, fuertes, tranquilas, luchonas etc. Pero sea cuál sea nuestra forma de ser, cada una de nosotras tiene un corazón lleno de amor, ternura, buenos sentimientos y maravillosos dones y talentos en mayor o menor proporción, pero siempre presentes dentro de la inmensa gama de matices con los que por fortuna fuimos provistas.
Así de simple, somos seres divinamente especiales y como tal debemos ser tratadas, respetadas y valoradas, aunque no debemos olvidar que si queremos que esto suceda, debemos empezar valorándonos, amándonos y respetándonos nosotras mismas, pues nadie da lo que no tiene y si no mostramos amor y dignidad hacia nuestra propia persona, ¿Cómo podemos esperar que los demás lo hagan?
Amate mujer y refréndate ese amor a diario, no le cedas a nadie el protagónico de tu historia, aprovecha tus grandes cualidades y hasta de tus defectos saca el mejor partido, ya que no somos perfectas pero estamos en el proceso como seres perfectibles y aprendemos de cada experiencia vivida.
Levántate cada mañana con una actitud triunfadora, mírate al espejo y declara en voz alta, ¡Soy mujer y como tal, me amo, me valoro y me respeto!
Por Alice juárez