A pocos días de realizarse la tercera sesión de las ocho programadas para el CTE los docentes comienzan a presentar un malestar bastante conocido en el ámbito educativo, nos referimos a la inconformidad que causa las contradicciones entre lo que se lee en las guías, en lo que se dice por las autoridades y lo que se hace en realidad en las reuniones colegiadas.
Al inicio del ciclo escolar se hizo alarde de que el colegiado integrado por el director y los maestros sería quien definiera la agenda de trabajo en función de la ruta de mejora diseñada para atender el problema de mayor incidencia de los 8 presentados en los rasgos de la normalidad mínima. Se enfatizó en la descarga administrativa para priorizar el análisis y la discusión para la toma de decisiones que llevaran al logro de los aprendizajes esperados y a la mejora de la calidad del servicio educativo pero, después de dos sesiones en las que las guías marcan la pauta y el tono en las reuniones, la autonomía tan prometida comienza a desdibujarse.
En Preescolar el malestar se ve acentuado con el regreso a la generalización de las actividades para los tres niveles de educación básica mismas que, aún y cuando se traten de adecuar a las prácticas realizadas en el nivel, se sienten infructuosas y descontextualizadas, baste para ejemplificar el ejercicio de graficar en porcentajes las calificaciones. En algunos centros para salir avante de esto se recomendó sustituir las calificaciones con las letras que estaban destinadas a los niveles de desempeño en la cartilla de evaluación utilizada el ciclo anterior, contraviniendo las modificaciones al acuerdo 648 y haciendo de esta actividad un ejercicio de simulación.
En el caso de los directivos el malestar radica en la imposición de cumplir con la entrega de los productos señalados en las guías lo que implica que, aunque la ruta de mejora se beneficie o nutra de las actividades sugeridas en estas, no se pueda decir que sea un trabajo trasversal, puesto que varias de las rutas no contienen como problema principal el rasgo de la normalidad mínima en que se basan las actividades de las sesiones, sin embargo los productos a entregar si son estandarizados.
Para los supervisores lo anterior dista mucho de descargarles administrativamente su función, amén de restarles tiempo para detectar las necesidades específicas de cada centro escolar y acompañar a los docentes en sus procesos de profesionalización, les representa la tarea extra de concentrar en un punto estratégico de su zona escolar a los colegiados para poder darles seguimiento, movilidad que también genera descontento entre las bases.
Esperando que conforme pasen las sesiones la autonomía de los colegiados se rescate y se vea favorecida, comienzo a hacer las adecuaciones solicitadas en mi ruta de mejora para que los avances y los resultados sean “comprobables” y verificables en una evidencia contenida en los expedientes de los niños y mientras eso sucede espero evitar preguntarme dónde quedó la bolita.
Aquí tiene que ver mucho nuestra creatividad y cómo se están adaptando a la reforma educativa. Es una suerte de hacer malabares o ajustes y como todo proceso de cambio, es molesto e ingrato. Realmente las guías están enfocadas a nuestro nivel, Primaria, y para los otros es mucho mayor la diferencia pero apéguense a su ruta de mejora y vayan adaptando lo que propone la guía a ese documento base. Así estamos haciendo en nuestro centro escolar, eso sí, repartimos las actividades previamente, para el día de la sesión, sólo socializar y hacer las modificaciones en colectivo. Así tenemos tiempo de ver las situaciones que afectan al aprendizaje.