Por Makabrown:
Me gustan los dos de noviembre. La verdad, la verdad ¡por el altar!… el olor a flores, los retratos, la música (aunque siempre pongan La Llorona), pero sobre todo porque nos reunimos ¡con tequila!.
La digo a mi vieja que ni la haga de tos, que solamente es una vez al año. Nos comemos un pollito con mole y arroz. El olor a incienso le da un cierto toque místico, pero con el calor de mi tequila hace que la garganta se me abra y me de por cantar.
Veo a mis hijos sonreír… y a mis nietos correr. Es una fiesta, una verdadera fiesta. Ya medio prendido, le subo un poco a la bocina para sacar “el José Alfredo que llevo dentro”. Todos me hacen coro y luego cantamos a todo pulmón.
Mi vieja me dice que ya no tome tanto, que ya estoy viejo y sobre todo borracho. Pero me vale madre… le dedico la de Antonio Aguilar: “Yo tomo cuando yo quiero, no miento soy muy sincero, y soy como las gaviotas, volando de puerto en puerto…Yo soy como un alma sin dueño, a mi no me importa nada, pa´mi la vida es un sueño…”
Uno a uno se empieza a despedir, me dan un beso. Mis hijos con lágrimas en los ojos levantan su última copa de la noche brindando por la vida, por los recuerdos. La salita queda apenas iluminada por las veladoras. Mi querida esposa me abraza y no puedo contener el llanto… me duele saber que soy el alma de la fiesta.