
Cuerámaro, Guanajuato.- A sus 62 años, Ramiro León volvió a su tierra después de más de cuatro décadas en Estados Unidos. Regresó hace apenas tres meses, cargando la misma maleta con la que se fue en 1981: la del esfuerzo, la nostalgia y el sueño cumplido. Lo que antes fue incertidumbre y riesgo, hoy es historia para contar.
Ramiro salió de Cuerámaro con apenas 19 años. “Me motivó ver cómo sufrían mis padres para mantenernos. Yo decidí irme para ayudarlos”, recordó; su padre, campesino, enfrentaba las dificultades que hoy, dice Ramiro, siguen siendo igual o más duras. “El gobierno nomás trabaja para él, no para el campesino”.
En 1981, el joven Ramiro llegó a la frontera por Laredo. Pagó 400 dólares por cruzar y lo logró. “La primera vez me establecí en Houston y trabajé en una fábrica de colchones”, volvió a brincar tres veces más; la última, en 1986, luego de que la migra lo detuviera en Dallas y lo regresara a México. “Duré dos días aquí, me regresé. Estaba en trámite de agarrar papeles” comentó el cueramarense.
Años después obtuvo la ciudadanía estadounidense. Ahora tiene doble nacionalidad y viaja sin restricciones. “Yo dije que iba a Estados Unidos a progresar, no a hacerme tonto”.
Su verdadera historia de progreso comenzó en una cocina. Entró como lavaplatos y, con el tiempo, subió a cocinero. “Nomás 40 años de cocinero”, dice entre risas. La vida lo llevó incluso más lejos: “Me invitaron a ser socio a un restaurante. Allí me aventé 26 años. Ya era mío”.
Tener un negocio cambió su visión de la vida laboral. “Yo pedía a Dios tener mi propio negocio y no tratar mal a mis trabajadores”. Contrató a 14 empleados: de Cuerámaro, San Luis Potosí, Veracruz y El Salvador. “Agarrábamos gente de uno, no había de otra”.
Pero el clima migratorio en los últimos años lo orilló a vender. “Desde que entró este presidente ya no se puede ir a trabajar allá. Decidí venirme mejor”.
Hoy, Ramiro planea volver a empezar, pero en su tierra. Quiere abrir una taquería. “A ver si sale la comida igual que allá o más buena. Traigo el sazón en la mano”.
Aprendió a cocinar en Estados Unidos, pero su sazón dijo es de aquí de Guanajuato.
Tiene terrenos en Cuerámaro y familia que nunca se fue: hermanos y hermanas que mantienen vivas sus raíces. Su única hija vive en Riverside, California, la extraña, pero yo puedo viajar cuando quiera e ir a visitarla”.
Ramiro nació en el rancho El Guisache, pero desde los cuatro años vivió en Cuerámaro. Recordó un país distinto: “No teníamos dinero, pero vivíamos felices y contentos. Aunque no traíamos zapatos ni guaraches, éramos tranquilos”.
De una familia de once hijos, él fue el séptimo y ayudó a mantener a los menores. “Gracias a Dios logré lo que quería: tener dinero para mantener a mi familia y vivir un poquito mejor”.
Hoy vuelve con la misma voluntad con la que se fue: trabajar, servir, cocinar y empezar de nuevo.
“Yo fui a Estados Unidos a progresar y lo logré”, dijo con orgullo el migrante de la sazón que a través de la cocina logro ayudar a su familia a progresar y a tener una vida mejor.