
Abasolo, Guanajuato.- “Aunque te acabes la tienda, pero tú me terminas ese templo” fueron las palabras de María Refugio López Zaragoza a su hija Cuca Zaragoza quien construyó el templo del Niño de los Atribulados en la comunidad de Refugio de Ayala.
Todo comenzó cuando una empleada me comento que había una imagen de un Niño Dios al cual le cambiaban su ropa, pero lo peculiar del asunto era que, la ropa estaba llena de “timbuques”, incluso tenía en los zapatitos lodo, “que porque el niño se sale a hacer milagros”, lo cual le llamó la atención a Cuca una joven que entraba a los veinte años y desde ese entonces comenzó a visitar la imagen.
“El lugar donde se encuentra la capilla del Niño es muy bonito, por ahí pasa el rio, se ven las montañas, los pájaros cantan y decidimos ir con regularidad ha hacer días de campo en esa zona.” comentó.
Cuca dijo que todos los jueves cerraba la tienda de la familia, “Los Mandilones”, y se iba caminando desde Abasolo junto con sus empleadas a visitar al Niño, en algunos lugares paraban para descansar, pero siempre llegaban a la capilla, y comían debajo de la sombra de los árboles, más o menos por el año 1983.
En 1988 la mamá de Cuca enfermó, su pierna le dolía intensamente, se le inflamó y se le puso negra; fue internada en una clínica de Pénjamo, no obstante, su salud no mejoraba, inclusive empeoró, por lo que sin autorización médica Cuca tomó la determinación de trasladarla a un hospital en Irapuato, en donde los doctores fueron pesimistas en el diagnóstico.
“Hay que cortarle la pierna a su mamá, viene muy mal, hay que salvarle la vida. La cangrena llegaba hasta arriba del tobillo, además tiene ámpulas por toda la pierna y le sale un líquido de ellas. Hay que cortarle toda la pierna”, dijeron los doctores.
Ante ese diagnóstico tan abrumador, Cuca se aferró a la fe que tenía hacia el “Niño de los Atribulados”, inclusive caminaba descalza hasta la capilla en Refugio de Ayala, todo para pedir al Niño que le salvara la pierna a su madre y prometió construirle un templo.
“No pensaba construir como quedó, yo solo pensé en ampliar la capilla, el doble de tamaño del que estaba”, comentó asombrada del resultado.
Después de un tiempo el médico le comunicó que había un nuevo medicamento, para tratar la condición de su madre, solo que era costoso y había que traerlo desde los Estados Unidos, pues aquí en México no había. Cuca mandó traer el medicamento y su madre comenzó a mejorar de manera paulatina.
Sorprendentemente la cangrena fue desapareciendo, los doctores no daban crédito a lo que sucedía, mencionaban que, esto no sucede, ¿a qué santo se encomendaron?, íbamos a salvar la vida de su madre, no la pierna, dijeron a Cuca los doctores.
Y fue entonces que la comerciante comenzó a prepararse para cumplir su manda y construir un templo al Niño de los Atribulados en la comunidad de Refugio de Ayala. Y esa es otra historia que en breve se publicará en estas páginas.

