Por Edgar Reza.
Guanajuato, Gto.- El pasado domingo, los votantes emitieron sus votos en todo México, donde miles de puestos a nivel local, estatal y nacional estuvieron en juego en lo que fue la votación más grande en la historia del país.
Las elecciones intermedias de este domingo determinaron, así también, la composición de la Cámara de Diputados con 500 escaños, la Cámara Baja del Congreso, así como 15 gubernaturas y miles de cargos de alcalde y concejal local.
El Instituto Nacional Electoral de México (INE) aseguró que se disputaron más de 20,000 puestos, mientras que casi 95 millones de personas fueron elegibles para votar.
Pero el período previo a las elecciones del domingo estuvo marcado por la violencia generalizada, y consultoras de seguridad ampliamente reconocidas, como Etellekt, informaron que al menos 89 políticos, incluidos 35 candidatos, fueron asesinados en más de 200 días de campaña.
“Lo que marcó esta elección fue la violencia que surgió principalmente contra los opositores a los gobiernos estatales y los municipios”, comentó en su momento el director de la firma, Rubén Salazar, antes de las elecciones.
“Lo que estamos presenciando aquí es violencia política, donde ser parte de la oposición implica que estarás en mayor riesgo en este país.”
Cabe destacar que, a dos días de las elecciones, un simpatizante del Partido Acción Nacional (PAN) fue asesinado a balazos en Apaseo el Grande, Guanajuato, al exterior de las oficinas del Comité Directivo Municipal de este instituto político.
La víctima, Roberto Pérez Ángeles era colaborador del equipo de campaña de José Luis Oliveros Usabiaga, candidato del PAN a la presidencia municipal de Apaseo el Grande, y trabajó en el área de Prevención del Delito en la Administración Municipal 2015-2018 de este municipio.
Pérez Ángeles fue asesinado por hombres que viajaban en una motocicleta, cuando se encontraba al interior de su camioneta, afuera del Comité Directivo Municipal del PAN, ubicado sobre la calle Prolongación Abasolo, en la zona centro de la ciudad.
A través de un comunicado, el Comité Directivo Estatal del PAN condenó el ataque y pidió se intensificarán medidas de seguridad a fin de tener una jornada electoral pacífica.
“Exigimos y confiamos en que las autoridades competentes llevarán a cabo una exhaustiva investigación que permita conocer la identidad del o los presuntos responsables, lograr su captura y llevarlos ante la justicia. De la misma forma, hacemos un llamado a las autoridades federales y de seguridad, tanto del ámbito local como federal, para que intensifiquen los operativos de seguridad que permitan a las y los guanajuatenses participar democráticamente en las elecciones del próximo 6 de junio”, señaló en días pasados el Comité Estatal panista.
Pero, ya sea el partido en el poder o en la oposición, la pregunta que subyace en el fondo es ¿por qué la violencia eclipsó las pasadas elecciones de mitad de período en México y, más allá, ¿por qué México tiene las ciudades “más violentas” del mundo?
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EL CASO GUANAJUATENSE
En el contexto, el triunfo y reelección de Alejandro Navarro Saldaña, a la alcaldía de la capital guanajuatense permitan, quizá, a este respecto algunos atisbos. Se trata pues de un caso muy específico, pero pelicular de político dentro en el ecosistema político mexicano.
Oriundo de la Ciudad de Monterrey, Alejandro Navarro Saldaña es plenamente reconocido por la ciudadanía guanajuatense como licenciado en Administración de Empresas por parte de una dudosa institución que concede títulos en semanas o días a personas con muy escasas aptitudes académicas, ya no digamos humanas, como la Universidad del Prado en la Ciudad de México.
Saltó a la fama siendo alcalde por sus marcadas declaraciones en contra del turismo de bajo poder adquisitivo, además de escándalos documentados, incluso por él mismo, en los que se ha visto involucrado, y que marcan, desde ya, la pauta de un perfil siciópata muy específico de político mexicano: de derechas, neoliberal y, huachicolero.
En su breve recorrido político, que arrancó en 2012, donde perdió su primera elección, Navarro Saldaña alcanzó muy pronto una diputación local por el distrito VIII como abanderado del PAN, y en un segundo intento en 2018 obtuvo la alcaldía capitalina.
Director General de Desarrollo Económico en la capital de 2006 a 2009, se ha dado a conocer además de alcalde, como empresario turístico guanajuatense. Y hasta el momento es propietario, junto con la familia Smith, del Hotel Valenciana, del restaurante Tierra Adentro, Campo Alegre y del Museo Hacienda del Cochero.
Así también, en los últimos dos meses Alejandro Navarro acumuló cuatro denuncias por violencia política en razón de género ante el Instituto Electoral del Estado de Guanajuato, y denuncias públicas de mujeres cuyos derechos han sido vulnerados.
Al calce, y en el consenso ciudadano de los pasados comicios, decir que las elecciones en Guanajuato fueron, además de violente, desleales y poco democráticas, es poco decir.
En su caso se trató pues, en los pasados comicios, de refrigeradores, estufas, calentadores solares, regalitos, compra de voluntades. En resumen: un 60 % que se abstuvo de votar, o no votó, contra un 20 % de un electorado “comprado”.
Esto no es lo grave. Lo ingente fue la estructura de gobierno de más de mil personas, trabajadores municipales (obras públicas, panteones, museos, limpia y administrativos, entre otros, que fueron conminadas en todos los niveles, a “echaron a andar” y con éxito, la campaña de Alejandro Navarro, incluso un año antes que sus demás oponentes.
Una ingeniería política que desde muy temprano lo alejó, con mucho, de sus opositores políticos.
En la antesala de este mismo proceso, “curiosamente”, Alejandro Navarro también apareció calificado como el mejor candidato a la alcaldía de la ciudad de Guanajuato.
Promesas, mentiras, máscaras declarativas a la velocidad de quien se toma un selfie, tal es el tono que dominó la campaña de este amigo de Adela Micha, del Santa Fe Klan y de otros artistas televisivos, famoso por sus TikToks y memes, ya no en redes sociales sino en el cabildo y la vida real: Alejandro Navarro.
Con todo, e incluso en la opinión de sus opositores políticos, es el hombre en custodia de terrenos, de escrituraciones, de servicios, como de alambrado público, entre muchos otros, y descontando compromisos de contrato y servicios con empresas privadas que financian finalmente en consenso campañas políticas.
Dicho de otro modo, la reelección de un hombre que ya lleva tres años en el ejercicio público fue lo que marcó la abisal distancia entre Navarro y sus demás contrincantes en los pasados comicios. Huelga decir: el uso indebido de una estructura de gobierno para ganar aquí campañas políticas.
Y es que incluso a vistas de sus propios oponentes políticos, Alejandro Navarro Sandoval “utilizó, con permiso o sin permiso, recursos eminentemente municipales y públicos”.
A la pregunta de cuál sería la primera consigna de Alejandro Navarro en su primer día de gobierno en la alcaldía guanajuatense, miembros de todos los otros frentes políticos coincidieron y no dudaron en pronunciar que “ni se va notar. Y si se nota es por la mitad de los regidores de todos los otros partidos políticos.”
Contratos y subcontratos por licitación con empresas privadas todoterreno, que sospechosamente acaban siendo todas de un mismo dueño, completa opacidad administrativa, dislates sicóticos y mediáticos con la ciudadanía y opositores políticos, que apuntalan a Navarro en asociaciones mu abierta con el narcotráfico, nos recuerdan muy conspicuamente prácticas de otros alcaldes y después gobernadores panistas.
Sin ir más lejos, a Roberto Sandoval, que apoyó la carrera del Canelo Álvarez y le hizo ganar al pugilista en una noche 22 millones de dólares pero que endeudó a su estado con una deuda histórica de casi 15 mil millones de pesos; o Antonio Echevarría, actual gobernador de Nayarit y cuyo padre también gobernador de ese estado, aseguró que Los Echeverría durarían 140 años en el poder, ufanamente lo doble que duró el PRI, y así a una muy larga lista de políticos del PAN que han hecho de la vida política, guanajuatense y mexicana, un ecosistema tóxico, de relaciones —no sólo políticas, sino también sociales, históricas y humanas— por demás asimétricas, que al contrario de zanjar problemas, desavenencias y distinciones, abren por el contrario brecha al descontento, la desigualdad y la miseria de nuestros estados.