5 fragmentos desde el cuerpo

Ombligo. Oscuro nido de deseos; pliegues cóncavos que convergen en telaraña indescifrable de silencios. Ombligo, letra hecha carne; las palabras apenas arañan tu contorno. Aporía del cuerpo; espiral vertiginoso abierto a la caricia, cerrado al uso concreto.
Boca con forma de mundo. Más allá: la boca resquebraja al mundo cuando besa al lenguaje, cuando toca su prosa con la punta de los labios. La boca no muestra su cavidad únicamente al comer, primeramente se abre paso al mundo de posibilidades infinitas que el lenguaje zanja. Au-delà: en el beso las palabras tartamudean y el erotismo arde. Cuando la boca besa, el mundo tiembla. El beso humedece los cañaverales singulares y saborea el instante de la finitud del tiempo.
Voz: deleite singular, irremplazable. Marca única e inconfundible. Voz seductora que arriba al oído aunque resuena en el cuerpo: oscilante, candente, formidable. Voz indescriptible donde juguetean la presencia y las ausencias. El silencio marca la pauta de tu contundencia. Voz, caverna de ecos que rebotan en la carne hasta henchirla de letras.
Mano que escribe, mano que obra pero también mano que acaricia. Caricia que palma las tesituras subjetivas; mano que imprime a lo largo de la cubierta del ser la caligrafía inagotable del instante erótico. Mano que alcanza las cumbres de la pasión cuando se agotan las palabras. Mano que toca las cuerdas del cuerpo para tensarlas y explotarlas en música vibrante. Mano que tatúa la mortífera poética en los límites de la piel.
Piel: espacio de escritura; las letras perduran en aquél lienzo. Litoral enigmática donde uñas, colmillos y tinta hunden sus huellas. Piel desbordada por gotas de sudor que escurren poco a poco hasta caer al suelo; piel perfumada de misterio, nunca terminas de confesar tus secretos a la lengua que recorre tus horizontes.

A ti…