Por: Juan José López Luna Foto: ADP
Los irapuatenses tenemos raíces purépechas o tarascas, pues a los primeros pobladores antes de la conquista española, que se habían asentado en estas tierras, los combatieron los habitantes del reino tarasco y bien pudieron haberse emparentado una vez que se adueñaron del nuevo territorio…
Después cuando los españoles conquistaron México, también lo hicieron con todos los reinos existentes y junto con el clero se asentaron aquí para evangelizar a nuestros ancestros indígenas…
Pero el paseo de hoy será por aquellas hermosas tierras de Pátzcuaro y Janitzio…Para quienes no conocen esas 2 maravillas michoacanas, cuando termine esta epidemia, vayan de paseo, vivirán una experiencia única.
Pátzcuaro fue fundado hace más de 1700 años y era la sede del reino purépecha, hasta que los españoles acabaron con los reyes Cazonci y llegó el padre y visitador Vasco de Quiroga, quien luego de hacer muchas obras en favor de los indígenas, fue nombrado Obispo de Michoacán y entonces trasladó la capital civil y la sede episcopal a Tzinzunzan, dejando a Pátzcuaro como un centro ceremonial…
Cerca existe el lago del mismo nombre y poco a poco se fue llenando de pueblitos alrededor, así como las 5 islas que tiene, de éstas Janitzio, Pacanda y Yunuen, son las más grandes y también se fueron poblando…
En Pátzcuaro, hay un embarcadero, de donde salen lanchas hacia Janitzio, principalmente y el recorrido invita a la meditación y a la paz espiritual, habiendo a los lados islotes de tule y decenas de garzas y ya a medio lago, se pueden ver a los pescadores en sus chalupas de madera con sus típicas redes a los lados y de pronto las levantan sacando su pesca…
ya en tierra, las calles angostas son pura subida, llenas de locales de artesanías, ropa y comida, hasta la cima, donde se yergue el monumento a Morelos de 40 metros y por el cual se puede subir y desde su hombro admirar el paisaje único…es una delicia caminar y ver a los habitantes con sus trajes típicos bordados a mano, unas verdaderas joyas…
los lugares de comida son una delicia, principalmente los pescados de la laguna. Pero lo más simbólico de la isla es su panteón, el cual en la noche del 1 y 2 de Noviembre se convierte en un atractivo nacional e internacional por su noche de muertos, los habitantes acuden a poner sus ofrendas en cada tumba, unas más ricas que otras, pero todas conteniendo la comida, los dulces y las cosas que le gustaban en vida al ser querido, siendo todo alumbrado con velas, lo que le da un toque de más misterio.
De regreso a Pátzcuaro, el pueblo todo es un paraíso colonial, sus iglesias muy ricas en ornamentos, sus pisos originales de pura madera y el resto construido con adobe, piedras y cantera, habiendo unas de puro adobe hasta los campanarios con más de 300, 400 y 500 años, sus calles también originales de piedra, las casas todas uniformes de color rojo y blanco con techos de carrizo y tejas, puertas y ventanas de madera, sus plazuelas y jardines ricamente adornados y tupidos de árboles que con su fresca sombra invitan a sentarse horas y horas transportándose uno al tiempo en que todo fue hecho, cuando las carretas jaladas por briosos caballos iban y venían llevando a los ricos y acomodados, mientras los humildes viajaban en sus burritos o a pie…
Una de las cosas extraordinarias, entre las muchas de Pátzcuaro, es EL DÍA DEL TRUEQUE, sí ese que sólo en los libros de historia se conoce; desde el amanecer van llegando los descendientes de la raza tarasca cargando sus costales, cajas o canastos con diversa mercancía, se apuestan alrededor de una cancha de basquetbol afuera del templo de San Francisco y a una señal de su líder comienzan a dialogar en su lengua para cambiar unos palitos de ocote por un puñado de chiles, unas tortillas de maíz negro por duraznos, charales asados por frijol, naranjas por cebollas, mazorcas por gorditas de trigo o maíz, granadas por higos ollitas o platos de barro por pescados, limas por chayotes, mandarinas por zarzamoras y muchas cosas más, ahí no hay monedas todo es algo por algo como le hacían los prehispánicos…
No alcanzan los días para recorrer toda la riqueza de este pueblo mágico…
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