Por Benjamín Segoviano.
Guanajuato, Gto.- Nada que ver con las calles abarrotadas y las enormes filas de otros años a las puertas de cada templo. Son ya muchos los contagiados, hospitalizados y muertos por Covid-19 como para no tomar en serio las advertencias: no aglomeraciones, mantenerse en casa, sana distancia.
Aunque entre la grey católica aún hay quien duda del peligro de la enfermedad y confía en la protección divina, la mayor parte de los fieles de Guanajuato capital se apegó a la sentencia bíblica que dicta “ayúdate, que yo te ayudaré”, para no hacer del Miércoles de Ceniza una fuente de contagio masivo.
Pocas personas se acercaron a las iglesias. Algunas desde días antes o desde muy temprano acudieron por una bolsita del polvo negro que les permitiera cumplir con el ritual en casa. Los edificios católicos, de por sí silenciosos, vieron desfilar contadas, contadísimas personas ante las mesas donde algunos ayudantes de la parroquia -casi ningún sacerdote- impusieron la ceniza.
Los templos hicieron su parte: control del ingreso, uso de gel, exigencia de cubrebocas, tomar la temperatura y marcas para asegurar la sana distancia, aunque no hizo falta: los asistentes conocen bastante bien los estragos de la enfermedad y se mantuvieron separados. Además, esta vez sólo en la Compañía se marcó la cruz en la frente; en otros sitios de culto, se esparció un poco de polvo sobre el pelo, para evitar el contacto directo.
En Belén, se observa una conmovedora escena: un médico, con bata y maletín en mano, acude a recibir ceniza, pero primero se hinca, baja la cabeza y se concentra por momentos en una oración silenciosa. Su rostro, serio, parece reflejar el dolor de tanta gente enferma, de tantas vidas perdidas. Los presentes respetan su turno y le permiten terminar su rezo.
Algunos templos, como Pardo y San Francisco, no abrieron sus puertas, al menos no a la hora en que se hizo el recorrido. Otros sí, pero en todos imperaba una atmósfera de recogimiento. Apenas se escuchaban voces que susurraban oraciones para no olvidar que polvo somos y en polvo nos habremos de convertir.