
Irapuato, Guanajuato.- No pudo precisar de manera exacta la fecha, pero alrededor del año 1987 o quizás 1988 ocurrió un fuerte accidente de tren en Irapuato, recordó Manuel quien en ese tiempo vivía en la calle Verano de la colonia las Reynas.
Manuel Saldaña recordó que era un infante que en ese tiempo se construía el paso desnivel de la Pradera que para su impresión tardó una eternidad en construirse.
Sin embargo, para él y sus amigos de infancia esta tardanza fue bien aprovechada dado que la pendiente era utilizada para desafiar en la bicicleta a la velocidad.
Una madrugada Manuel sintió que alguien le movía la cama, se cimbró el piso, el niño se despertó, salió de la cama y escuchaba un ruido extraño, se acercó a la ventana de su cuarto y atento trataba de escuchar ese ruido que no cesaba.
“Ha de ser un helicóptero que aterrizó en el campo de la calle Aurora, probablemente tuvo que hacer un aterrizaje forzoso” pensó entre sí, tratando de descifrar aquel ruido que se escuchaba por la ventana.
Finalmente el ruido no cesó, el suelo lo venció y Manuel regresó a la cama, con la firme convicción de que un helicóptero había aterrizado en la colonia.
A la mañana siguiente, Jaime, su mejor amigo fue a tocar a su puerta para informarle lo que había sucedido e ir a investigar los acontecimientos.
“No supiste, chocaron dos trenes, vamos a ver qué pasó”.
Así los dos niños fueron hacia el bulevar Ejército Nacional y caminaron hacia el paso desnivel, cual fue su sorpresa al ver qué varios vagones, pendía suspendidos hacia el vacío del paso desnivel.
Una de las paredes del costado que da hacia la Colonia las Rosas estaba a punto de ser colado, ya se había construido una columna de varillas que sostendría la colosal pared, pero uno de los vagones color anaranjado destruyó la estructura.
Ambos niños al hacerse más hacia las vías del tren por el parquecito de Aurora, llamados por la curiosidad de ver lo que había causado el accidente, observaron como uno de los vagones estaba totalmente volcado y de él emanaba cientos y cientos de kilos de cebada, que la gente recolectaba en costales, Manuel recuerda bastante bien a un señor con sombrero que en una bicicleta “lechera” subió dos costales llenos del grano, ni siquiera podía con el peso, y con los restos de fierros y granos esparcido por el piso, pero finalmente logró subirse a la bicicleta y retirarse.
Manuel y Jaime fue ahí, hasta donde pudieron llegar, pues el paso para ver dónde se dio el accidente ya estaba restringido, pero fue el choque de dos trenes que colisionaron de frente dejando varios carros de ferrocarril volcados y tres de ellos suspendidos en el vacío del paso desnivel.
Por supuesto que esté accidente fue bien aprovechado por los niños de la zona que cuando los albañiles terminaban la jornada, ese lugar se convertía en un lugar para ir a jugar, avalanchas, patines, bicicletas y cualquier otro juguete con ruedas era probado en su resistencia y velocidad al aventarlo al “vacío” para vivir la aventura de la velocidad extrema que permitía la pendiente y el juguete.