Nacional

La bizarra defensa del castillo de chapultepec por los cadetes del colegio militar

México.- La batalla y la toma del castillo de Chapultepec, se da dentro del contexto de la guerra entre México y los estados unidos de Norteamérica.

Texas fue el principal problema que llevó a los dos países a la confrontación. La ambición americana por ese territorio fue evidente desde la compra de Louisiana, cuando pretendió posesionarse de él, bajo el argumento de que era parte de esa adquisición. El esfuerzo mexicano por evitar la anexión de Texas fracasó cuando la convención texana la aceptó en junio de 1845; por lo tanto, si algún arreglo pacífico era posible éste tenía que ser negociado con el gobierno de estados unidos.

El 13 de mayo de 1846, el congreso de estados unidos declaró formalmente la guerra a México argumentando que tropas mexicanas habían invadido estados unidos y que sangre americana había sido derramada en territorio norteamericano. En México, el congreso reconoció el 1 de julio que existía un estado de guerra con estados unidos y autorizó al ejecutivo para llevar a cabo la defensa del país.

En el mensaje del congreso mexicano se mencionaban los agravios que estados unidos había infligido a México; entre estos se destacó el apoyo que el gobierno norteamericano había brindado a los texanos en su rebelión, la anexión de esa provincia como un acto del congreso de estados unidos en violación del tratado de límites y la invasión del territorio mexicano por tropas norteamericanas.

El último de estos argumentos, resultaba particularmente importante, pues para entonces el ejército norteamericano no sólo había ocupado el territorio en disputa, si no que había cruzado el río bravo y tomado la ciudad de matamoros. Asimismo, los puertos mexicanos en la costa del pacífico y del golfo habían sido bloqueados, mientras que otros destacamentos de militares avanzaban sobre nuevo México y un grupo de filibusteros promovía una revuelta en california contra las autoridades mexicanas.

La estrategia general para invadir a México consistió en enviar a dos ejércitos por la parte norte que penetraran y conquistaran, uno, nuevo México y California y otro Tamaulipas y nuevo león, así como un envolvimiento simple que tomara Veracruz y avanzara hasta conquistar la ciudad de México.

Conquistados, nuevo México y california y la derrota sufrida por el ejército, el General Santa Anna, en la angostura, en las cercanías de saltillo a principios de febrero de 1847, permite al ejército del general Winfield Scott llegar a Veracruz el 9 de marzo de 1847, puerto que desde un año antes se encontraba bloqueado por la armada norteamericana.

En marcha la campaña de oriente, el general Scott inicia el sitio y ataque a Veracruz, ciudad, que dos semanas después, capitula. En la capital de la república, los jóvenes cadetes del “colegio militar”, al enterarse de las derrotas sufridas, por el general santa Anna en la batalla de angostura, la pérdida del puerto de Veracruz y el desenlace funesto de la batalla de cerro gordo de jalapa; y después, ya en la capital de la república, las derrotas de
Padierna, Churubusco y molino del rey, solicitaron a su director permanecer en el plantel y defenderlo aún bajo riesgo de perder la vida.

En las faldas del “cerro del chapulín”, compatriotas nuestros que integraban los restos de las fuerzas del ejército permanente, al mando de don Nicolás bravo y la guardia nacional, a las órdenes del teniente coronel, Felipe Santiago Xicoténcatl, después de un violentísimo bombardeo, fueron arrollados por las tropas estadounidenses, un puñado de no más de cincuenta cadetes del colegio militar, que decididamente se rehusaron a abandonar el recinto de su escuela, se convirtieron en los últimos defensores del castillo de Chapultepec.

Aquel 13 de septiembre de 1847 se convirtió en la epopeya conocida como “gesta heroica de los niños héroes de Chapultepec”, en donde jóvenes cadetes lucharon para defender los más puro y sagrado para los mexicanos su bandera y su patria, Juan de la Barrera, Agustín Melgar, Juan Escutia, Vicente Suárez, Francisco Márquez y Fernando Montes de Oca.

En los inicios de su juventud los niños héroes decidieron enfrentar la adversidad y ofrendar su vida en defensa del suelo nacional; epopeyas gloriosas como las que escribieron estos paladines, que nos permiten conocer y valorar el pasado, prologo y guía de nuestro presente; ellos lucharon hasta el límite de sus fuerzas, hasta el último aliento, lo hicieron así, porque tenían con conciencia plena de que estaba en juego la existencia misma de
México, tan glorioso fue aquel hecho, que quedo escrito como un inmaculado acto de honor y bravura en la historia de México.

La gesta heroica de Chapultepec fue ejemplo vivo de determinación y compromiso que contribuyó a consolidar la nacionalidad mexicana y de esta forma defender la patria ante cualquier pretensión extranjera; fue épico para los mexicanos, ya que las defensas del castillo, poco a poco fueron cayendo ante el invasor norteamericano, pero sin antes palpar la férrea y decidida resistencia que opusieron los valerosos cadetes del colegio militar.

El 13 de septiembre es bastión heroico del honor patrio, que sigue y permanece como bien común de la nación, los cadetes del colegio militar, niños y adolescentes internos, como los antiguos guerreros del Calmécac, lejos de salvar la vida ante el fragor de la batalla y el estruendo de los cañones y fusiles enemigos, decidieron en su férreo corazón y con enorme moral ofrendarla sin regateos ni cobardía, sin miedo ni titubeos.

Conquistado el castillo de Chapultepec, otras posiciones como las garitas de san Cosme y belén también cayeron en poder del enemigo. Consciente de la incapacidad de la defensa, el general, Antonio López de santa Anna, comandante en jefe de la defensa de la ciudad de México, ordenó el retiro del ejército y la salida de los poderes a Querétaro.

La ocupación de la ciudad de México se realizó con una resistencia desesperada por parte de sus habitantes. La lucha duró algunos días, por lo que el general Scott, declaró la ciudad en estado de sitio. El 15 de septiembre por la noche ondeaba en palacio nacional, la bandera norteamericana. En febrero de 1848 con el tratado de paz, límites y arreglo definitivo entre la república mexicana y estados unidos o tratado de Guadalupe-Hidalgo como comúnmente lo conocemos, México aceptó al río bravo como límite meridional de Texas y la anexión de los territorios de nuevo México y california; por su parte, estados unidos pagaría la extensión que adquiriría a la nueva frontera entre los dos países.

El tratado fue firmado el 2 de febrero de 1848 y enviado para la ratificación a los respectivos gobiernos. El congreso mexicano aprobó su ratificación el 25 de mayo. El ejército norteamericano evacuó la ciudad de México el 12 de junio y las últimas tropas se embarcaron en Veracruz el 12 de agosto, con esto terminó de hecho la invasión a México por los norteamericanos.

La guerra terminó y dejó huella profunda en nuestro país, la más evidente y traumática fue la pérdida de más de la mitad de su territorio, la invasión y ocupación de gran parte del país y en la defensa sacrificó vidas y enormes recursos. En la década de 1840, cuando el invasor desplegó sus armas y codicia sobre nuestro territorio, más que nunca era necesaria la energía, sin embargo, los principales líderes políticos mostraron frentes fragmentados, cuando más importante era la unidad social, prevaleció el egoísmo y los intereses de grupo.

Cuando más obvio eran los enemigos, prevaleció la miopía y el disimulado abandono en los liderazgos, la fractura de la cohesión nacional y la mezquindad abrieron las puertas a la tragedia y al luto y nuestro país perdió la guerra y parte de nuestro territorio. Que toda esa experiencia vivida nos proporcione la fuera y motivación necesaria para que todos los mexicanos aspiremos y seamos mejores cada día en todos nuestros propósitos, que el nacionalismo sea nuestra divisa y que el amor por México sea nuestra fortaleza.

Enseñemos a nuestros hijos a defender la herencia que las generaciones antecesoras quisieron que tuviéramos. Hagámosle saber que, si nos unimos, no habrá insuperables y México continuará caminando con ruta definida con más ahínco que nunca, pues se suman millones de honestas voluntades.

Sin embargo, es necesario que, para levantar a ese baluarte, comencemos por sentirnos orgullosos de todo lo nuestro, por redoblar nuestra fe, por cubrirnos con una sola bandera, por escuchar una sola campana, y por dar al unísono un solo grito: México.

Que nuestro querido, admirado y respetado colegio militar conserve su prestigio y la mística que le permita seguir forjando como lo ha hecho desde 1823, a los jóvenes oficiales del ejército mexicano con vocación de servicio, hombres de honor, de valor inquebrantable y con una lealtad a toda prueba a su pueblo y las instituciones nacionales.

Que nuestro colegio militar continúe formando hombres de bien, responsables y disciplinado, líderes de excelencia para su tropa y su familia, honestos y valerosos, que la sociedad se enorgullezca de la rectitud de su honorabilidad, de su cultura y de sencillez, que siga produciendo hombres firmes y fuertes pero con la diplomacia suficiente para comprender la condición humana, hombres decididos y enérgicos pero con la convicción de
respetar a las personas y los bienes sobre todas las cosas; en fin hombres de armas con un profundo amor y lealtad a nuestro México.

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