“Maravilla de vivir consciente:
asir lo extraordinario de lo ordinario…
fusionarse al venaje del presente”.
Del poema: Clic. Abel Pérez Rojas.
Imagínese cómo sería nuestro mundo -formativamente hablando- si un alto número de personas tuvieran en sus vidas muchos días extraordinariamente positivos.
Aunque está a la vista de todos, es increíble que sea habitual que las personas manifiesten que sus días sean aburridamente ordinarios, casi siempre marcados al ritmo de la rutina y los hábitos sedentarios.
Lo verdaderamente extraordinario de un día es que sea ordinario, y no poder navegar en él con asombro. Es decir, considerando que cuanto nos rodea está interconectado con todo y que al menos la capacidad de aprendizaje de los seres humanos es permanente, es asombroso no percatarnos de las experiencias extraordinarias.
Sería sumamente interesante que la constante fuera toparse al por mayor con personas que seguido lograran aprendizajes que les permitieran aportar a la transformación de una vida mejor propia y de los demás, a partir de sus experiencias cotidianas.
En la convivencia humana también sería grato estar lleno de relaciones descomunalmente fructíferas, reconfortantes y fraternas.
Si las experiencias extraordinarias fueran muy frecuentes se volverían comunes y corrientes, de tal manera que las incorporaríamos a nuestro acervo cognitivo y experiencial en el tabulador como “lo de todos los días”. En lo ordinario.
Pero lo ordinario no sólo hace referencia a la frecuencia de aparición, también puede ser alusivo a lo que se realiza sin cuidado, sin esmero y a lo de mal gusto.
En este sentido, el concepto podría aportarnos elementos que nos indican que si lo ordinario es lo diario, tal vez sea por nuestro descuido en no poner atención en lo que hacemos, sin darnos cuenta de lo que representa cada momento y que esta inercia acumulada nos lleva a vivir inconscientemente.
Todo lo anterior viene a colación de una reciente conversación que sostuve hace poco al respecto con el brillante investigador y poeta Enrique Canchola Martínez.
Enrique, experto en cuestiones neuronales y en su habitual forma de sintetizar la realidad a través de su poesía, escribió lo siguiente:
La conciencia se construye con lo ordinario de lo extraordinario.
Lo extraordinario de lo ordinario es el surgimiento de la vida y del pensamiento.
Lo extraordinario de lo ordinario es ese entretejido que realiza el exocerebro.
Lo extraordinario de lo ordinario es lo que se vive en cada momento
cuando construimos un pensamiento dentro de un sentimiento.
Lo extraordinario de lo ordinario es el surgimiento de esas redes sociales cerebrales
creadas en el exocerebro.
Lo extraordinario es el continuo fluir de lo ordinario.
Como puede ver, caro lector, algo no anda bien si –usted y yo- somos ajenos a la dinámica de hallar en términos formativos lo extraordinario en lo ordinario, porque nos estamos perdiendo de una gran riqueza que está frente a nosotros y que en proporción a esa pérdida, morimos en el vivir diario. ¿No es así?