Por Lic. Andrea Julieta Herrera Saldaña
Un agotamiento ha invadido de forma abrupta hospitales y centros de salud, donde el personal que ahí labora ha mostrado una constante somatización, pues cabe mencionar que las “enfermedades físicas” se han hecho presentes de forma constante, además de recurrentes, así como sentimientos encontrados entre los cuales están enojo, tristeza, alegría entre otros.
Nuestro sistema de salud se encuentra en decadencia notable ante una pandemia que lleva a las peores crisis emocionales que puedan existir, doctores contagiados, enfermeras con desinterés de seguir acudiendo a un servicio que ellas eligieron por amor donde ahora reina el temor a ser los siguientes en la lista.
Así como compañeros contra compañeros juzgando, discriminando y evadiendo a los mismos, rechazando de una manera grosera y cerrando puertas de consultorios por la etiqueta de haber estado con paciente contagiado o incluso un mismo compañero que resulto positivo ante este virus, de igual manera la solidaridad se ha hecho presente ante la preocupación por los otros que han caído como soldados en batalla del COVID-19; pero a su vez el alejamiento para evitar contagiarme, se han blindado las puertas de hospitales limitando las entrada a pacientes sin motivo aparente y solo aquellos que realmente presenten un padecimiento o acudan a una consulta en los diferentes servicios de salud por considerar una zona de guerra inminente un hospital o centro de salud.
El personal de la salud se ha mostrado en su estado más vulnerable al reconocerse en riesgo constante, su uniforme blanco y limpio hoy luce desgastado ante un lavado constante de desinfección, los zapatos acabados y con poco brillo al ponerlos diariamente a pleno rayo de sol o limpieza extrema con productos químicos, han sido variables determinantes que han coartado la tranquilidad de un personal en riesgo constante.
Hoy el personal de salud se ha aislado intentando entender un virus en constante mutación, se ha alejado de vecinos, amigos y familiares por representar un riesgo latente por su lugar de trabajo, ha cubierto su cara y protege su frente con una careta pesada y que obstruye su mente, donde las huellas remarcadas se hacen presente al final de la jornada donde culmina el uso de un uniforme pero que se continua sin bajar la guardia.
Los médicos, enfermeras y staff médico han callado la información tan valiosa que poseen por un código ético que le impide hablar, ante una presión constante por una sociedad que reclama saber nombres y direcciones de las personas que se han contagiado, han blindado sus labios no solo portando un cubrebocas, pues han tenido que callar y escuchar pacientes el constante rechazo de una sociedad incrédula, cuando ellos al frente de la batalla han visto caer infinidad de personas contagiadas.
Se han mostrado desnudos y no precisamente sin ropa; sino en cuanto a lo emocional, al llorar ante un muestreo por posible sospecha de contagio, o a un diagnostico en paciente positivo a COVID-19 atendido por ellos, se han visto frágiles en las salas de espera de los hospitales y ante la discriminación en las calles, han pasado noches sin dormir por la constante ansiedad de saber ¿Qué pasará mañana? ¿Seré el siguiente en las estadísticas? ¿Qué tan grave me pondré si estoy contagiado? Entre muchas otras cuestiones que la persona de salud se pregunta a diario.
Han llegado a caer en una zona donde ya les da lo mismo sanar que enfermar pues la creencia de si me voy a contagiar que sea de una vez y así evitar la incertidumbre y terminar con el agotamiento emocional al que han llegado, así como la confusión y el pánico que se apoderaron en un principio; hoy se encuentran hechas a un lado, por la desesperación a conocer cómo será si yo llego a tener un contagio y su posible cura.
Médicos, enfermeras y staff de salud lucen cansados, decepcionados ante un colapso inminente en los servicios médicos, el estrés se ha apoderado del cuerpo y mente de cada uno, el sentirse parte de un sistema donde solo representan un número y el incentivo es poco, donde su rostro muestra una notable pérdida de emoción y solo se ve reflejado un miedo por ser el siguiente en la lista y contagiar a quienes ama y para quien en si representan un vínculo afectivo y un fuerte lazo de amor.
Sin embargo, siguen en pie de lucha, cansados pero fuertes, valientes, aunque decepcionados y enfrentado día a día una pandemia que parece no tener fin, salen dan la cara y a pesar de lo negativo no se rinden, agradecen por un día más de poder abrir los ojos y decir sigo sano, toman un segundo, exhalan, aman, agradecen, vacían y luego vuelven a retomar el camino.