La mitad iba para ver los globos. La otra mitad para escuchar a los extimbiriches. El lugar a reventar. Primero la caminadita de varios kilómetros, en el trayecto, ¡ya saben!, papalotes, globos de Camboya, frituras, globos, refrescos, gorros y un sinfín de chucherías.
La gente llevaba un mismo destino, llegar hasta el escenario principal. Estar frente al escenario era realmente toda una hazaña, pues los empujones, las señoras con carreolas, los borrachos, el lodo en el suelo, hacían que se dificultara la travesía para llegar al lugar exacto en donde inflarían los globos para hacer “una noche para siempre” y poco después Sasha, Benny y Erik hicieran su presentación.
Uno a uno de los globos se fueron inflando, comenzaron las primeras “selfies” y todos se emocionaban cuando salían las llamas que contrastaban con lo oscuro de la noche. La gente se seguía arremolinando y no cabía un alfiler. A los niños había que alzarlos si no queríamos que terminaran como a uno que se desmayó y lo tuvieron que trasladar a donde pudiera recibir un poco de aire.
Bob Esponja, el Reloj, Darth Vader, Angry Birds, Mickey mouse, El Muñeco, y otros que patrocinaban la cadena de cines, la caja popular, o la cerveza con etiqueta verde. Pilotos de diferentes nacionalidades hacían vibrar a los presentes elevando ligeramente los aerostáticos para la foto “pal feis”.
A pesar de ser un evento al aire libre, los “extraños aromas” no se hicieron esperar, que incluso una chica sacó un aromatizante en aerosol y “con su permiso, pero huele bien gacho”, hizo que la fragancia durará tan sólo unos segundos.
Por fin, y luego de varias horas de espera, los presentadores a quien les falló el sonido al inicio (clásico), trataban de animar al público que se veía un tanto cansado, pero deseoso de ver a sus ídolos de antaño. Recalcaban una y otra vez que evitaran prender los globos de Camboya para evitar algún accidente, pero muy obediente el público, hacia todo lo contrario.
Un par de canciones fue las que canto un chico del D.F. al que casi nadie prestó atención, a excepción de sus cuatro fieles seguidoras. Y luego de una larga espera, los gritos no se hicieron esperar cuando saltaron al escenario los extimbiriches, Sasha, Erik y Benny.
Los más jóvenes, se preguntaban entre bromas que cuántas canciones se sabían de los artistas tan esperados. Algunos con sinceridad, decían que ni los conocían; mientras que las “doñas” y los más “veteranos” presentes los miraban como diciendo “cuando yo tenía tu edad…”
Sasha con una minifalda dorada y una blusita negra con dorado (quien luego se cambiara en un par de ocasiones por unos vestiditos floreados), Benny con una playera a rayas, mientras que Erik, más sobrio, con un sombrero y un chalequito negro y camisa blanca. Los tres cuarentones se veían fuertes y con mucha madurez sobre el escenario. Tres pantallas principales pusieron en contexto imágenes para representar cada una de sus canciones.
“Les agradezco con toda el alma, el corazón, las venas del cuerpo, células el estar aquí. Hemos trabajado mucho para darles un buen espectáculo, esto se ve hermoso… ¡Gracias León!, estamos felices de estar con ustedes, su cariño nos da aire como los globo”, dijo Benny.
Desde “Rueda Mi mente” hasta “El Baile del Sapo” corearon los treintañeros que se las sabían de todas, todas. En un momento Sasha dedicó un espació a “Él” a manera de homenaje, Cerati estuvo presente con los corazones de los asistentes con “Persiana Americana” y “Cuando pase el temblor”.
“No me extraña nada”, “Serás el aire”, “Cómo hemos cambiado”, “Porque esta noche es para siempre” fueron otras canciones que prendieron al público. Pero las más coreadas sin lugar a dudas fueron las interpretadas por Erik: “Princesa Tibetana” y “Cuando mueres por alguien” pues llegaron al corazón de sus seguidores.
Cuando terminó el show, pidieron la “otra, otra” y no podía faltar “Sin ti” por parte del eterno enamorado Benny, quien también mencionó “que el amor era la solución ante estos momentos de violencia que se vive en México”. Con el juego de las pantallas iluminaron con “velas” al tiempo que algunas lágrimas se les salían a quienes les llego la canción seguramente recordando a un novio de la prepa o de la secundaria.
Con la frase de “¡Gracias León, los queremos un chingo” en las pantallas, se despidieron los que en su momento formaran parte importante de la música pop mexicana a finales de los ´80. Y para finalizar “pidieron permiso” para llevarse una “selfie” de recuerdo para publicarla en su face.
Poco a poco la gente se fue despejando. Cansados, pero contentos. Las memorias de los celulares, cámaras, y tabletas, al tope de recuerdos. El regreso a casa empezaba por el interminable camino que rodea a la emblemática “Presa del Palote” de la ciudad zapatera, en donde quedaba el eco de aquella canción de Erik: “Cuando mueres por alguien y su pecho deja de latir, no se olvida por un instante, los momentos que pasamos juntos, así”, en el lugar en donde “la vida no vale nada”.