Es cierto: la vida sigue igual

Columnistas Abel 660 x 330

“En efecto, la vida sigue igual.
Tarde o temprano estaremos
en el momento que no tiene retorno,
y ahí repetiremos el  drama
que completa el círculo de la vida,
y se perfecciona con la muerte”.
Abel Pérez Rojas

Y llegado el momento ahí estaremos tumbados en el lecho con los años encima y esperando la muerte.

Si somos afortunados, estaremos rodeados de quienes nos aman y quienes amamos.

Pero pese a la compañía nos encontraremos solos, en esa etapa individual, intransferible e ineludible desenlace del recuento de lo que hemos vivido y por consecuencia de lo que somos.

Nuestros ojos mirarán y querrán decir lo que tal vez nuestro aliento no tenga la suficiente fuerza para emitir las palabras que emerjan de nuestro corazón.

Estaremos recibiendo despedidas y bendiciones sabiendo que ahora sí tenemos la certeza de que se tratarán de los últimos intercambios en vida.

¿Tendremos la suficiente lucidez para preguntarnos cómo fue que llegamos a este estado sin antes haber concienciado que debimos de haber vivido con la alegría suficiente para afrontar con entereza este proceso?

Afortunados serán quienes se pregunten: ¿Son estas reacciones motor suficiente para vivir el día a día de manera diferente? ¿Podemos aprender significativamente siquiera un poco del proceso de partida de otros?

Las ideas llegan a mi mente  mientras sigo viviendo el transcurso de partida de mi padre, el cual se ha prolongado una semana más.

Mientras nuestros palpitares se sincronizan, afirmo la certeza de la célebre canción: “Unos que nacen otros morirán, unos que ríen otros llorarán… la vida sigue igual”

Le tomo las manos y ratifico que ya sólo queda en el recuerdo el hombre recio de antaño, ahora pareciera ser un poco de bruma a punto de desvanecerse.

De esta manera, quienes nos quedamos veremos la partida de nuestros seres queridos, con su despedida vivimos nuestro propio encuentro con la muerte, aunque en los zapatos del otro, así vamos acercándonos poco a poco a nuestro fin.

Esta experiencia bien podría contribuir a que nuestra vida cobre un sentido distinto, que nuestra existencia contribuya al progreso de otros y de nuestro entorno.

Me queda claro que nunca aprendemos lo suficiente tratándose del proceso del otro, pero sí podemos aprender más si tomamos conciencia.

Es cierto que el proceso es único, ineludible e intransferible, pero también es cierto que si desde ahora nuestra existencia se convierte en una serie de fenómenos conscientes, entonces, llegado el momento, no nos sorprenderá el misterio de la transición a la muerte.

¡A la par de su maravilloso accionar, es tan frágil la maquinaria que anima nuestro cuerpo!

La vida sigue igual, sólo nuestra profunda búsqueda puede hacer de la existencia –con la vida y con la muerte- una experiencia altamente nutritiva. ¿O no, querido lector?

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