Por Martha Herrera Siller
Opinión.- Recibió el primer Premio Nacional de Literatura en 1935 por su novela “El indio”, entregado por la Secretaría de Educación Pública en México. En ella narra en textos significativos y memorables, la vida campesina de principios del siglo XX. Su obra fue traducía al idioma inglés en 1937.
Gregorio López y Fuentes, nació en un rancho llamado “El Mamey” perteneciente al municipio de Zontecomatlán, Veracruz, ubicado en la región Huasteca veracruzana, el 17 de noviembre de 1895, en el seno de una familia de campesinos y comerciantes. En 1914 junto a otros estudiantes de la Escuela Normal, luchó contra las fuerzas estadounidenses. Se vinculó a las huestes carrancistas.
Empezó a escribir a la edad de quince años al mismo tiempo del inicio de la Revolución mexicana, conflicto que abordó en la mayoría de sus libros. Más tarde fue maestro de literatura en la Ciudad de México. En 1921 comenzó a escribir para el diario El Universal, frecuentemente bajo el seudónimo “Tulio F. Peseenz”. El vagabundo (1922), es su primera novela, apareció en la revista El Universal Ilustrado por entregas. Posteriormente aparece El alma del poblacho (1924). Sus cuatro novelas más destacadas son: Campamento (1931), Tierra (1932), Mi general (1934) y El indio (1935).
La narrativa realista de Lopez y Fuentes toma sus materiales de la historia mexicana del siglo xx, en sus crónicas y actos heroicos recrea la Revolución de 1910, el problema agrario, la vida de los indios mexicanos, la problemática petrolera, la corrupción de la clase dominante que emerge con el movimiento revolucionario.
Deleita con sus ricas descripciones sobre los paisajes y la cultura del pueblo. Hacen que se desprenda, el fruto de la tierra para palpar su sabor, sentir el olor del campo en la piel, el licor espeso de las flores convertidas en miel. Los montes y llanuras mojadas por las lluvias, formando torrentes de aguas cristalinas, que se destilan entre las piedras, para irrigar las milpas tapizadas de maíz, frijol y chile; bañados con la luz provincial y el espectáculo ante los ojos con los colores de cobre nuevo y oro viejo.
En los hogares, las rusticas casitas con el fogón encendido para calentarse el cuerpo, el alma y la comida simple con sus prodigiosos condimentos; en el comal la tortilla y el atole, los frijoles y la salsa de molcajete sobre la mesa. El diario vivir acontece con un calendario natural que se cuenta con los refulgentes amaneceres que iluminan el actuar de su gente, sus metódicas costumbres y sus inocentes, pero relevantes creencias.
Gregorio López y Fuentes, tiene una colección de cuentos y algunos de ellos son: El burro canelo, Una carta a Dios, Noble campaña.
Aquí les presento párrafos de su cuento “El burro canelo”:
“Tras un día de camino para encontrar al hijo que regresaba del colegio después de algunos años de ausencia, el padre tuvo el primer disgusto. Apenas se habían saludado, el muchacho en lugar de preguntar por su madre, por los hermanos o al menos por la abuela, ansiosamente le dijo:
-Padre, ¿y el burro canelo?
-El burro canelo… se murió de roña, de garrapatas y de viejo.
Al muchacho se le habían olvidado costumbres y hasta los nombres de las cosas que lo rodearon desde que nació. ¡Cómo era posible que para montar pusiera en el estribo el pie derecho! Pero el asombro del padre fue mayor cuando el chico preguntó con gran curiosidad si aquello era trigo o arroz al pasar junto a unos campos sembrados de maíz”
Otro párrafo:
“La madre había preparado para su hijo querido lo que más le gustaba: atole de maíz tierno, con piloncillo y canela. Cuando se lo sirvió, caliente y oloroso, el hijo hizo la más absurda pregunta de cuantas había hecho:
-Madre, ¿cómo se llama esto?
Y mientras esperaba la respuesta se puso a menear el atole con un circular ir y venir de la cuchara.
-Al menos, si has olvidado el nombre, no has olvidado el meneadillo -dijo la madre suspirando”
Su magnífica obra refleja una gran realidad de lo sucedido en México a principios del Siglo xx junto a sus trasformaciones, su ingenio claro y ameno nos presenta también su gran sentido del humor, que bien vale la pena tenerlo en nuestros gustos literarios.
Gregorio López y Fuentes, falleció en la ciudad de México el 10 de diciembre de 1966. El nombre del municipio en donde nació fue renombrado como Zontecomatlán de López y Fuentes en su honor.
Gracias por presentarnos estas opiniones porque primeramente adquirimos cultura y tambien nos comparten en su biografia sus sueños, ideales, sus sentimientos,y sus experiencias de vida.