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Breves instantes con Bach, Haendel, Mendelssohn

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Por Martha Herrera Siller
Opinión.- Tenemos a tres grandes genios musicales que cautivaron  y a la vez marcaron su época. Vale la pena conocer y apreciar las coincidencias que los unen porque son  sorprendentes y conmovedoras. La historia  los ha unidos, Bach y Haendel,  aunque nunca se conocieron personalmente.

Notas musicales en el universo se reúnen en armonía y traen a la tierra en el invierno de 1685 a dos imponentes figuras: El 23 de febrero, Georg Friedrich Haendel había visto la luz en Halle (Alemania) y el 21 de marzo, nacía en Eisenach, (Alemania), Johann Sebastián Bach.

Bach viviría en una ciudad situada muy cerca de Leipzig, donde el más ilustre representante de la más numerosa familia de músicos de la que se tiene conocimiento residiría los últimos 26 años de su vida.

Lo formidable es conocer la conexión asombrosa entre los muchos que vinculan a los dos compositores que enriquecieron y conquistaron la fase final del período barroco en el norte y centro de Europa. Trabajaron para la Iglesia y la corte, aunque fue Bach quien permaneció más en la Iglesia,  Haendel lo hizo especialmente en la corte.

La historia  los ha unidos y  aunque nunca se conocieron personalmente, su físico, quedo plasmado  en la pintura, se aprecian corpulentos, con peluca blanca y larga. Bach estuvo casado (dos veces, tuvo veinte hijos en total), Haendel no contrajo matrimonio pero se le conocieron algunas amistades femeninas.

A inicios  de 1750, la vista de Bach se había afectado a causa de unas cataratas. Consultó  al médico oftalmólogo John Taylor, quien tenía una consulta itinerante por  Europa: Dos intervenciones y el procedimiento le dejaron ciego y  tal vez fuera la causa que redujo su vida, murió  de apoplejía el 28 de julio de ese mismo año. Haendel, al año siguiente, comenzó a ver mal, se puso en manos de John Taylor, el resultado: ceguera total. Murió el 14 de abril de 1759. El propio John Taylor moriría ciego en 1772

Una coincidencia que une a Bach y Mendelssohn: “Transcurre el año 1839  y es Leipzig. Viernes, es la tarde. Un invierno cualquiera. Hace frío, y el compositor Jakob Ludwig Felix Mendelssohn (1809-1847) entra en la carnicería. Compra una carne, no se sabe si pernil, liebre o pescado. Se la entregan  envuelta en un papel, acaso amarrada con un cordón. Mendelssohn regresa a su casa, desenvuelve la carne y algo en la envoltura le llama la atención. Despliega la hoja sobre la mesa. La mira con detenimiento. La página está arrugada y manchada de sangre. Se echa hacia atrás, se aleja, como si hubiera visto un espanto sobre la mesa. Abre los ojos, grandes y ante la impresionante sorpresa, mueve la cabeza de lado a lado y ve el prodigio. En la mesa, nada menos que la partitura original de la Misa B m (si menor) de Johann Sebastian Bach.

Bach compone la Misa B m (si menor) en los años 1748-49. ¿Qué peripecias, qué oscuras conspiraciones del tiempo y las circunstancias permiten que una partitura de esta importancia encuentre su destino en  un paquete de carne,  casi cien años después de su creación? ¿Cuántos elementos tuvieron que ocurrir para que se diera el insólito hallazgo? ¿Qué habría pasado si hubiera sido otra persona en turno en aquella carnicería y no Mendelssohn? La perdición seguramente”

Grandes coincidencias en las vidas paralelas de dos grandes músicos. Bach y Heandel y del destino que se encargó de poner  en las manos de Mendelssohn la valiosa partitura de Bach. Busquemos momentos de quietud para disfrutar de la música clásica de estos grandes genios: De  Bach,  disfrutar de “Cello Suite 1”, de Heandel “Hallelujah Chorus” y de Mendelssohn “Marcha nupcial,  que se interpreta en la obra musical,  El sueño de una noche de verano”, estas son sólo algunas de sus piezas musicales relevantes.

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