“La comercialización y masificación
del saber ancestral ha provocado
su banalización”.
Abel Pérez Rojas.
Si logramos rescatar lo profundo de lo superficial podremos identificar a aquellos que con tal de ganar dinero o fama presentan saberes empleados por los antiguos como si fueran propios y como si fueran la última novedad en desarrollo personal, pero además negando el acceso a la otra parte del conocimiento: lo profundo.
La comercialización y masificación de los beneficios del saber ancestral ha provocado la banalización de dicha sabiduría, porque se le desprovee de su carga transformadora, de tal manera que se pierde la ocasión de descubrir y aprender de aquello que ha forjado a mujeres y hombres durante siglos.
Para ilustrar lo que le acabo de exponer traigo a colación el caso del Yoga.
Hace poco le compartí mi artículo Yoga: pacificación mundial silenciosa, en el cual le expuse cómo la práctica del Yoga se ha extendido paulatinamente por todo el planeta, gracias en gran medida a que ha sido adoptada por personalidades mediáticas que le han proyectado a contextos insospechados.
Además de los millones de practicantes que tiene el Yoga por todo el mundo –se dice que tan sólo en los Estados Unidos hay alrededor de 20 millones-, esta práctica milenaria ha recibido por las Naciones Unidas la dedicatoria de un Día Internacional – el 2 de junio- y lo mismo se aplica a grupos reducidos de cárceles que en reuniones gigantescas, como la que hace unos meses tan sólo en Nueva Delhi reunió a 35 mil yoguis, y buscó replicar en distintas dimensiones concentraciones en 192 países.
Hasta ahí parece todo miel sobre hojuelas, pero si retomamos el fondo del asunto veremos una situación que los guardianes del saber ancestral denuncian: la banalización desprovee de ese vínculo sutil que une la profunda interioridad de las personas consigo misma y con el Universo.
Se lo digo en otras palabras siguiendo el caso del Yoga: frecuentemente, el sistema filosófico de prácticas físicas, mentales y espirituales, originado en la India, y que busca la unión con lo absoluto o trascendente, se ha reducido a un simple conjunto de ejercicios físicos y hábitos alimenticios que terminan siendo lamentablemente otra variante de fitness o aerobics.
No es que las versiones “light” occidentalizadas del saber ancestral no aporten beneficios a sus practicantes. Pero también es innegable que la banalización de ese saber profundo termina por desvirtuarlo y por privar a las personas de acceder a una forma de pensamiento y de vida que le hermane con una realidad íntimamente profunda.
Entonces, está en nuestras manos esforzarnos por reorientar las versiones modernas de prácticas y saberes ancestrales.
Está en nosotros ir por la segunda parte, ir por comprender e incitar que todo espacio dedicado al estudio y desarrollo de nuestro ser esté encaminado a reencontrarnos con nuestra consciencia y con la esencia de todo aquello que nos rodea.
Usted y yo tenemos la palabra.