
Guanajuato, Guanajuato.- El Festival Internacional Cervantino es cada vez más criticado y el tema se resiente en las calles: regularmente el día de la inauguración la ciudad era un hervidero de gente y la explanada de la Alhóndiga de Granaditas era rebasada con gente sobre las calles aledañas: esta vez se llenó el graderío, pero el primer espectáculo disgustó a asistentes, aunque al final la alegría mexicana se impuso y la presencia veracruzana terminó en zapateado.
La presentación de tuvo fallas técnicas y los técnicos hicieron una mala improvisación para resolverlo. El espectáculo inició directo, sin palabras como antaño, pues para evitar rechiflas incómodas la ceremonia formal se realiza ante sen el interior de la Alhóndiga de Granaditas.
Ese inicio se sintió más frío porque el sonido falló desde el inicio: micrófonos que no funcionaban, mezclas que reventaban, voces que se perdían entre el viento y la torpeza técnica, técnicos que en el escenario jalaban cables mientras los artistas trabajaban, y errores como colocar un micrófono a dos metros de altura cuando quien cantaba era una niña de 6 años.

Cuando sirvieron los micrófonos, el volumen no estaba a la altura. El concierto iba a durar tres horas y sólo fue de dos. Y si bien la explanada de la Alhóndiga tenía un lleno formal, en media hora ya había huecos en las gradas. Pesó mucho el recuerdo que dejó Oaxaca en su presentación del año pasado.
Los grupos, empero, hicieron lo suyo. La Bamba en una versión original compensaron un tanto el desaguisado de entradas y salidas confusas, con técnicos que no sabían cuándo encender las luces y cuándo apagarlas.
El fandango no logó ser “monumental”, como lo anunció el programa. El espectáculo no tuvo final. Los técnicos bajaron el volumen, bajaron las luces y dieron por terminado el concierto mientras aún había artistas en el escenario, y debajo del escenario.

Lo único que compensaba fue un buen sector de la asistencia que quedaba, que se puso a zapatear con entusiasmo.
Todo terminó sin aplausos, sin un “gracias” de los organizadores, sin fuegos artificiales ni drones, el Cervantino en su edición 53 es fiel al discurso de austeridad republicana que tira a pobreza franciscana.
