Un paseo por el tiempo… La inundación del 73

La más terrible fue la inundación de 1973, porque el agua de las presas La Llave, La Gavia y El Conejo, arrasaron con todo y provocó el surgimiento del nuevo Irapuato

Por: Juan José López Luna Fotos: ADP

Irapuato, Guanajuato.- A lo largo de la historia de Irapuato, han ocurrido sucesos lamentables y dolorosos, de los cuales sus habitantes siempre han salido avantes superándolos, pero quizá el más terrible fue la inundación de 1973, porque el agua de las presas La Llave, La Gavia y El Conejo, arrasaron con todo y provocó el surgimiento del nuevo Irapuato, sí, aquél pueblito de pintorescas casas de adobe encaladas y techos de teja roja, desapareció y hoy toda construcción es de cimientos, paredes y techos de concreto…Dios quiera que nunca vuelva a pasar algo similar, pero si pasara, los daños serán mínimos…Los siguientes testimonios son un fragmento de lo que miles de personas vivieron.

“VIMOS CÓMO LA CORRIENTE SE LLEVÓ A 2 JOVENES”

Doña Hortensia Moreno, recuerda con tristeza aquél día: “Mi marido Juan Gallegos, mi hijo Sergio y yo vivíamos en los departamentos adjuntos al cine Rialto, en la calle Ramón Corona, y ese día sábado 18 de Agosto, ya estaba muy fuerte el rumor de que las presas La Llave y La Gavia se habían reventado y que podía inundarse Irapuato, yo trabajaba el El Sol de Irapuato y en el juzgado municipal ahí en la presidencia, pero por lo mismo no fuimos a trabajar…

Así que fui a casa de mi hija a Ramos Arizpe porque estaba embarazada, me dijo que se iba a ir con sus suegros a la calle Morelos, le ayudé y se fue, luego fui al juzgado a subir papelería a los estantes y regresé a mi casa, estaba haciendo maleta para irme con mi marido pero me puse nerviosa, la tiré y con mi hijo nos fuimos al negocio de Juan en Guerrero, quien medía con una varita lo que podía subir el agua y por si las dudas subimos al primer piso de los departamentos el material de fotografía, pues las autoridades decían que sólo iba a ser como un espejo de agua, o sea un charco…

Para el mediodía ya corría el agua en la calle y casi a la 1pm las cosas y personas andaban nadando, recuerdo que en el último viaje que hice ya con el agua a la cintura se me cayeron los pantalones y le grité a cristina, la secretaria para que me ayudara.

Por fortuna un cuarto estaba solo y ahí pusimos unas cobijas para dormir, pues ya no se podía salir. Nos subimos a la azotea y de ahí veíamos como la corriente llevaba animales muertos, muebles etc.,

También recuerdo que en la tarde estaban 2 jóvenes en la esquina de Revolución y Guerrero agarrando todo lo que se salía de una mueblería cercana, ya tenían un buen de cosas, cuando de repente llegó como una ola y se los llevó, nosotros con impotencia vimos cómo los arrastró y nadie teníamos unas cuerdas para ayudarlos, luego poco a poco sólo pudimos ver parte de pelo y desaparecieron…Fue una cosa muy triste y dolorosa para todos”.

“SI NO JALO AL NIÑO DEL CABELLO, SE AHOGA”

Don José Cruz López, recuerda haber salvado a un niño: “Era un sábado y yo estaba en la prepa oficial con mi padre Pablo López trabajando, pero ya la cosa estaba muy alborotada porque decían que iba a inundarse la ciudad, estaba lloviendo en la mañana, el director se dio cuenta que andábamos nerviosos y dijo que nos fuéramos a la 1 de la tarde, pero cuando salimos y caminábamos a la plaza de toros, que era donde vivíamos, ya por el campo Revolución y el estadio corría el agua como medio metro, como pudimos pegados a la pared y llegamos a la enfermería, pero ahí hacía como remolino la corriente, mi padre entró primero y de pronto vi entre el agua algo como pelo y le dí el manotazo,

Mi sorpresa fue ver que era un chamaquito como de 11-12 años que se estaba ahogando, estaba muy espantado y no hablaba ni siquiera quiso comer, pues lo metimos con nosotros a la plaza, porque cada vez era más fuerte la corriente del agua. Para entonces David y el profe andaban subiendo sus muebles a las gradas , mi mamá con mis hermanos estaban en ventanillas y me acuerdo que comimos frijolitos con chile y tortillas, que era lo único que había, mientras el profe y su familia comían cosas enlatadas, desde las ventanas de la plaza estuvimos viendo cómo pasaban cosas y animales muertos o nadando en el agua, el chavito ya repuesto platicó que estaba en la vía del FF.CC de la coca con un tío, pero que cuando el agua les llegó lo perdió y al regresar se lo llevó la corriente…

Al día siguiente David y yo nos bajamos para ir a buscar comida, como pudimos llegamos a la carretera panamericana, ahí nos subimos a un flecha amarilla y nos fuimos hasta Silao, pero allá sólo encontramos unos atunes, galletas saladas y agua, regresamos y eso estuvimos comiendo hasta el lunes que ya había pasado lo difícil, después supimos que casi todo el pueblo estaba destruido”.

“DORMIMOS SENTADOS EN LA AZOTEA DEL TERCER PISO”

Doña Celia Pérez A. recuerda con nostalgia lo que pasó ese día: “Me acuerdo que el 17 de agosto yo cumplí años y vivíamos en el callejón de 20 de Noviembre, mis padres Celia y Jesús con mis 10 hermanos me hicieron una fiestecita familiar y aunque ya se hablaba de posible inundación la pasamos a gusto…

Pero al día siguiente sábado amaneció nublado y por ratos lloviendo, parecía triste. Acordamos mis hermanos con otros vecinos ir a lo que era el río Guanajuato (Blvd. Díaz Ordaz) para llenar costales con tierra y los pusimos en la entrada del callejón para que y no entrara el agua, la gente andaba asustada para el medio día, pues algunos que fueron allá por el estadio regresaron diciendo que ya el agua había entrado y venía fuerte, al centro llegó como a las 2 de la tarde y como nuestra casa era de adobe y tejas,…

Mis papás le pidieron permiso a Doña Catita Rico que nos dejara subir a la azotea de su casa en la esquina y todos corrimos ya entre el agua hasta el tercer piso, pero nadie atinó a llevarse casi nada y como a las 4-5 todos teníamos hambre, la familia Rico nos dio sándwiches y bolillos, más tarde comenzó a llover y con unas cobijas nos tapamos haciéndonos bolita, desde ahí estuvimos viendo a las calles cómo mucha gente iba de un lado a otro entre el agua, que por fortuna no iba tan fuerte, pero como la mayoría de las casas eran antiguas de adobe varias se cayeron y sus dueños quedaron en la calle. Con la lluvia toda la noche y sin dónde resguardarnos, me acuerdo que sentados estuvimos medio durmiendo hasta el domingo que pudimos bajar a la casa, pero casi todo se nos echó a perder pues poco más de un metro subió el nivel, mis hermanos grandes consiguieron comida y días después de la Conasupo nos dieron despensas. Fue algo muy duro para mucha gente”.

“EN LA MADRUGADA ASAMOS UNA GALLINA CON PURO PAPEL”

Doña Martha Avitia recuerda lo que vivió ese 18 de Agosto: “Vivíamos en una casa de Guerrero frente a donde eran los almacenes Blanco, era sábado, mi hermano Raúl llegó días antes de visita con su familia, era sábado temprano y ya la gente andaba apurada porque decían que se iba a reventar la presa de El Conejo y yo recuerdo que le dije a mi papá Saturnino, que se subiera al cuarto del segundo piso por si llegaba el agua,…

Pero siempre me contestaba; “Yo me tomo toda la que llegue”, nadie hizo caso y como pude yo subí a Tanita, que ya estaba cieguita, como la casa era muy amplia mis hermanos Roberto y Jesús atrancaron la puerta de la calle y se fueron a sus cuartos y para la 1 de la tarde el agua fue subiendo muy rápido y abrió la puerta…

La lavadora se salió con la corriente y afuera se atoró con unos árboles, nosotros nos asomamos por la azotea a Guerrero y veíamos cómo pasaban cosas, muebles y animales entre el agua, alguien dijo que vieron a un hombre muerto también, pero por las prisas nadie subió nada para comer y cuando quisieron rescatar algo de la cocina ya todo estaba entre el agua, había varios niños y con 3 paquetitos de galletas nos la pasamos…

Hasta que como a las 3 de la madrugada  mi sobrina Patricia agarró una gallina de entre el agua y con puros papales la asamos y eso estuvimos comiendo, y antes de que amaneciera vimos cómo se fueron cayendo las paredes del patio, que eran de adobe, al día siguiente en la tarde mis hermanos salieron a buscar comida pero hacia Torres Landa el nivel del agua era alto y se regresaron, yo como pude agarré a los niños y me los llevé a la casa de mi hermana Ruth en la entrada de Bolivar y ahí estuvimos hasta que se medio normalizó la cosa, pero hubo muchas casas caídas, en la noche escuchábamos el estruendo de las más cercanas. Cuando abrieron Blanco corrimos a comprar lo que fuera para comer.”

“DIOS ME CUIDÓ Y NO ME LLEVÓ LA CORRIENTE”

Don Juanito López Luna, recuerda las peripecias vividas en la inundación: “Tenía recién cumplidos 15 años y el 17 por la tarde llegamos de Mazatlán a la casa de la colonia Moderna, vivía con mis padrinos y el sábado en la mañana llegó de visita su hijo Jorge con su esposa y cuñada con 2 bebes y un niño…

a esas horas había un alboroto porque se temía la inundación, como mi padrino era teniente del  ejército habló a la policía y preguntó qué había de cierto, yo escuché cuando le dijeron que no se preocupara, que sólo rebasaría las banquetas el agua, por esa razón no quiso que subiéramos las cosas a la planta alta, nos fuimos todos a la terraza y vimos como a la 1 de la tarde que entraba el agua, pero en un tris subió el nivel a más de un metro y Jorge tuvo que irse nadando porque tenía que llegar al colegio militar en México…

Al poco tiempo el carro impala que dejó ya se lo estaba llevando la fuerza del agua, pero yo sin medir el peligro, me descolgué con una reata y como pude lo amarré de la llanta trasera y lo salvé, aunque perdí un zapato, el resto del día estuvimos viendo cómo pasaban flotando muebles y objetos que se salieron de muchas de las casas ricas…

Pero como casi toda la gente no teníamos comida ni leche para los bebés, así que el domingo fui a buscar comida, porque mi padrino ya era grande de edad, me armé con un palo de escoba y con él contrarrestaba la fuerza de la corriente, que aún era fuerte y me llegaba al pecho porque era chaparrito, de Concordia llegué a Francisco Sarabia y fui cuidando de no caer en alguna alcantarilla,

…al llegar a Castillo Bretón por lo ancha de la calle la corriente estaba demasiado fuerte y no se podía pasar, varios hombres lo intentaban con cuerdas y ni así, pero a mí se me ocurrió irme hasta casi la esquina de Lázaro Cárdenas y dejar que la corriente me empujara, pero al mismo tiempo con el palo de escoba me fui aventando a la izquierda y pude brincar al otro lado, luego en la tienda de Don Octaviano pude comprar galletas, pan bimbo, leche enlatada y atunes, sobra decir que había mucha gente…

De regreso hice la misma operación para cruzar la calle, pero sin tomar en cuenta que hasta la fecha no sé nadar, así que si hubiera fallado me ahogaría. Por la tarde las mujeres me pidieron las llevará a Bolívar con sus padres, ya era menos el agua, pero en Guerrero el nivel estaba a más de un metro y en Bolívar más, entonces cortamos por la calle del Templo de Los Dolores donde las banquetas son muy altas…

Sin embargo, había escombros de casas caídas y resulta que segundos antes de pararnos frente al templo, atrás de nosotros se vino abajo otra casa y de milagro no nos aplastó, la gente vino a ver si estábamos bien y con unas cuerdas nos ayudaron a regresar porque adelante estaba más hondo y había peligro de más derrumbes, así que nos regresamos a la casa. No es que fuera valiente, más bien inconsciente del real peligro.”

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