
Guanajuato, Guanajuato.- Si los cuerpos no cupieron en el diminuto patrio del Museo de la Universidad de Guanajuato, menos cupieron los corazones que recordaron, lloraron y aplaudieron a Huemanzin Rodríguez, quien desde la década de 1990 cubriera al Festival Internacional Cervantino (FIC). El comité organizador de la Cátedra Cervantina de la otrora Fiesta del Espíritu le organizó un desorganizado homenaje para “cuates”, sin saber que son muchos y no iban a caber.
Pusieron 30 sillas y hubo al menos 60 asistentes, sin contar los que molestos y desilusionados se retiraron porque no les podían permitir pasar a un lugar donde no había espacio.
Lo que empezó como un conversatorio sobre periodismo cultural terminó en una evocación de recuerdos para honrar a un Huema que amaba al verdadero Cervantino, el de la calle, casas y cantinas. Los escenarios eran la circunstancia que debía transmitir para canal 22. Un largo aplauso entre lágrimas de recuerdo y gratitud honraron su memoria.
Andrea Monserrat Ruiz, Leopoldo Navarro, Patricia Sánchez Medel y Sergio Raúl López, con la moderación de Juan Jacinto Silva regalaron bien sustentados análisis sobre el periodismo cultural, sus fortalezas, sus avances, retos y retrocesos, bajo un lamento común de la casi inexistencia de las secciones culturales que por moda conveniencia tenían la mayor parte de los medios de comunicación.
Relataron contextos, antecedentes y obstáculos y plantearon propuestas para un periodismo cultural en tiempos ya ni siquiera de teclados, sino de tik toks y teléfonos celulares. Llegó también la evocación de cómo ha sido el festival para la prensa cultural que lo ha divulgado y ahí entró la nostalgia por Huema.

Llegó el momento de las emociones, de recordar al Huema bohemio, que comía en el mercado, botaneaba en las cantinas, dormía en el sillón de la casa de un amigo o rentada de ocasión y viajaba en autobús. Hombre culto de la televisión, dijo Sergio Raúl, calificativo que no cuadraba para un experto en periodismo cinematográfico escrito, que considera que la gente de televisión es frívola.
Rebasaron el tiempo programado para narrar anécdotas de recorridos y bohemias, donde el moderador dejó de lado su función para narrar cómo fue que se trasladó a Noruega para acompañar a su amigo hasta esa muerte que llegó como descanso, ante un mal que “dolía un chingo”.
Cada participante expuso los momentos amistad e intensa convivencia y lamentaron que el homenaje que Huema recibió -la Presea Cervantina- no haya sido en vida.
El homenaje se alargó, nadie podía decir la última palabra. Por fin Juan Jacinto pudo cerrar con la canción favorita de Huema, una voz que le pedía no rendirse. Un largo, largo aplauso entre lágrimas fue el final.
Hasta siempre, Huema.
