Ricardo Ferretti lo tenía decidido: apenas consiguiera los 150 dólares que necesitaba, tomaría un avión rumbo a Río de Janeiro para, tal vez, nunca más regresar a México.
Sin encontrar acomodo en alguno de los 18 clubes de Primera División donde su representante tocó la puerta, consideraba que era momento de ponerle fin a su expedición y reencaminar su carrera en su natal Brasil.
Pero nadie le extendió la mano para ayudarlo y hoy Tigres y el futbol mexicano en general agradecen su mala fortuna.
Tras descender con el Atlas en la temporada 1977-78, el Tuca tenía 350 dólares en el bolsillo, pero requería 500 para comprar su boleto. Se acercó a paisanos suyos en la Ciudad de México, mas no tuvo respuesta.
Consciente de lo difícil que le resultaría conseguir el dinero faltante, que no podía derrochar un solo billete, incluso debió dormir enfrente de la embajada de Brasil que se encontraba en el número 455 de la Avenida Reforma.
“Luego de una temporada la directiva del Atlas me dijo: ‘Sabes qué, Tuca, nadie te quiso’, detalló Ferretti. “Me quedé dormido dos noches en unas bancas frente a la embajada brasileña. Gracias a Dios no hizo frío ni llovió. Si me hubieran dado para el pasaje de regreso a Brasil, no habría cumplido tantos años en México”.
Desempleado, se animó a tomar una propuesta que surgió en Guadalajara gracias a un señor de nombre, Mario Tinajero, quien lo invitó a participar en la llamada Liga de los Animales. Y empezó a “pueblear” por todo Jalisco para ganarse unos pesos, pero también para mantenerse en forma, porque siempre tuvo la intención de regresar al profesionalismo.
“Después de los partidos venía lo mejor: cerveza, tequila y carnitas”, bromeó. Fueron seis meses así. De repente, de manera inesperada, Miguel Mejía Barón lo contactó para decirle que Pumas estaba interesado en sus servicios.
Guillermo Aguilar Álvarez, el directivo que solía contratar jugadores “buenos, bonitos y baratos”, le dio el visto bueno y de inmediato inició los trámites para cerrar el fichaje. El resto es una dulce historia.
Tesón, coraje, orgullo y perspicacia llevaron al Tuca a convertirse, más de 40 años después, en el entrenador con más títulos en el futbol mexicano, siete, junto a su admirado Nacho Trelles. Todo, gracias a que nadie le prestó 150 dólares.