Precisamente cuando los mexicanos estábamos “más que tristes” por los malos resultados de la delegación en Río 2016 (a excepción de la gran alegría del coraje de “El Chino” Misael) llega “Lupita”.
Guadalupe “Lupita” González sabe que la mente es más importante que el cuerpo. Aunque desde pequeña inició en el boxeo, por cosas del destino (y lesiones) no terminaron con su esperanza de destacar en algún deporte. Probó en los cuatrocientos planos, pero no era lo suyo, y por fin llego la caminata en donde “vuelve a nacer deportivamente”. En Toronto 2015, con puro corazón y a todo pulmón consiguió el primer lugar, en una llegada dramática a la meta, en donde perdió el conocimiento, y lo único que le importaba era saber si el récord nacional había sido roto.
Hoy, en una excelente carrera, compitiendo con las mejores del mundo, no sólo dejo las piernas, el corazón y el alma en la pista… dejó toda esa pasión deportiva por demostrar que es la mejor, que con trabajo, dedicación y mucho corazón se pueden conseguir las más altas metas trazadas. Un verdadero ejemplo para el deporte mexicano.
Aunque acarició la medalla dorada, y repetía en varias ocasiones que “quedo a deber”…. ¡JAMÁS!, cada gota de sudor entregada, cada respiración… y cada paso han hecho de ti, mi admirada Lupita, la atleta más grande de México. ¡Enhorabuena por tu histórico triunfo, y de tu equipo!; y que sin lugar a dudas, a muchos mexicanos nos motiva para ser mejores en nuestras actividades cotidianas.