Irapuato, Guanajuato.- En el futbol mexicano existen mascotas, pero en Irapuato existe Trinca Man. Un personaje que, más que acompañar los partidos, se ha vuelto sinónimo de identidad, de resistencia fresera y del ambiente único que se vive en el Sergio León Chávez. Hoy, Trinca Man es parte indispensable del ritual futbolero de la ciudad, pero su historia comenzó muchos años antes de que el actual portador se pusiera por primera vez aquel traje que, según recuerda entre risas, “parecía un jitomate apachurrado”.
“El nombre de Trinca Man “La afición lo eligió”, antes del 2017 ya se hablaba del personaje; surgió como idea entre porristas y aficionados, y fueron ellos mismos quienes, mediante una votación, bautizaron al nuevo símbolo del club.
En los primeros años, la imagen del equipo había sido una fresa completa, voluminosa, que no siempre convencía y que, además, era difícil de portar. Fue entonces, entre 2015 y 2016, cuando dos miembros de la porra, Caifos y Chivo, diseñaron un concepto nuevo: una fresa humanoide, con porte de superhéroe, más estética y más imponente. El dibujo pasó de mano en mano hasta que el club decidió darle vida.
El día en que el traje encontró a su manejador, mencionó Trinca Man que lo recuerda con claridad, el momento exacto en el que el destino lo eligió. Era un Lunes Premier, Irapuato enfrentaba a La Piedad. Él, aficionado de hueso colorado, acudió al estadio en su día de descanso. En la zona de plateas, vio una caja y, dentro de ella, el traje.
El encargado de marketing de ese entonces, se acercó y preguntó:
“¿No conoces a alguien que quiera ponérselo? …o ponte tú, y te regalo los boletos”.
El resto es historia. “Me lo puse, me quedó, y ese mismo día debuté”. No importó que el traje fuera incómodo, pesado, con zapatotes difíciles de manejar y un casco que se movía de más. “No me agüité, no me desanimé”. Desde ese momento, decidió que el personaje crecería y que él crecería con él.
Con el paso del tiempo, el portador no solo mejoró el traje; mejoró al personaje entero.
“Si queremos un equipo de primera, debemos tener una mascota de primera”, dice. Inspirado en botargas icónicas del futbol nacional, profesionalizó la imagen, impulsó un diseño más fuerte, más dinámico y más expresivo, y lo convirtió en un símbolo que compite con los mejores.
Pero su trabajo no se limita al diseño; mover multitudes no es tarea sencilla. ¿Cómo lograr que miles de aficionados sigan el ritmo, canten o brinquen al unísono? Para él, la clave es simple:
“Soy parte de la afición. Sé lo que sienten. He estado en sus zapatos”.
Esa conexión emocional ha sido el motor para que Trinca Man no sea solo una botarga, sino un puente entre cancha y gradas. En cada partido, es quien enciende la chispa, dirige las porras y da vida a la tribuna.
Su presencia no termina cuando se apaga el marcador. En redes sociales, Trinca Man interactúa, bromea, aguanta carrilla y también la reparte. Es auténtico, cercano y espontáneo.
“No quería que fuera una botarga del montón. Quería que fuera única”, afirmó.
Esto ha provocado que el personaje trascienda la barrera del estadio, convirtiéndose en un ícono querido por niños, niñas y adultos. Con ellos, además, intenta transmitir valores: respeto, unión, identidad y sentido de pertenencia.
Trinca Man lo resume con claridad:
“El equipo no solo se apoya. Se siente. Es un estilo de vida”.
Por eso, alienta a los aficionados a vivir el futbol desde el corazón, no solo como espectadores, sino como parte integral del Club Irapuato.
En cada partido, mientras la afición canta, brinca o reclama, ahí está él: una fresa superhéroe inventada por la afición, adoptada por la ciudad y llevada con orgullo por alguien que siente los colores tanto como cualquiera en la grada.
Trinca Man no solo anima: representa. Es la fuerza, la voz y el latido fresero hecho personaje.
