Irapuato, Guanajuato.- A sus 26 años, Carlos Sánchez García, experimentó una gran angustia. El 18 de agosto de 1973 se encontraba en Guanajuato Capital, donde estudiaba y trabajaba, justo cuando Irapuato se encontraba bajo el agua.
Días antes de la tragedia, Carlos recuerda que ya se rumoraba que se podría dar una inundación. Fue el sábado 18 de agosto de 1973 cuando los peores temores se hicieron realidad.
Al quedarse sin señal de radio en la capital, medio que lo mantenía informado sobre la situación en Irapuato, entre las 11 de la mañana y la una de la tarde pidió permiso en su trabajo para, junto a su hermano, regresar a su hogar para saber cómo estaban sus padres.
“Al pasar todo el camino y en la desviación de Guanajuato para acá (Irapuato), concretamente por Copalillo hacia el Cerro de Arandas, era un gran espejo de agua y gente caminando, gente del medio rural a la orilla del camino portando maletas, señoras, niños, jóvenes y, a medida que nos aproximábamos a Irapuato vimos que no había grandes esperanzas de que no se hubiera inundado”, narró.
Al llegar a donde actualmente se encuentra el paso a desnivel de Álvaro Obregón, bajaron del camión y pudieron ver a personal del Ejército Mexicano, quienes le preguntaron a Carlos la zona a la cual quería dirigirse.
Al mencionarles que necesitaba llegar a la colonia Miguel Hidalgo, le negaron el paso debido al nivel que había alcanzado el agua por las vialidades que tendrían que atravesar para llegar a su hogar.
“Al recibir la negativa por parte de elementos del Ejército de no poder pasar y viendo que no podíamos hacer nada para llegar a casa, decidimos regresar. Abordamos otro autobús y nos dejó en Guanajuato. El día 19 volvimos a insistir y conseguimos algunas despensas, algo para traer a casa”, compartió.
Carlos y su hermano regresaron a Irapuato. El nivel del agua había cedido, por lo que pudieron avanzar, ambos cargando despensas. Cruzaron el Jardín Principal, ingresaron a Presidencia Municipal, con el agua llegándoles hasta el pecho. Carlos recuerda ver una inmensa cantidad de papeles sobre el agua, seguramente de las dependencias que ahí se encontraban.
Al salir del Palacio Municipal, por la plaza de Los Fundadores, siguieron su camino por la calle Donato Guerra en donde, por lo estrecho de las calles, el nivel del agua era muy alto, pero eso no los detuvo y llegaron a las famosas Cuatro Esquinas.
“Ahí por la fuerza del agua, una que venía del lado de Guerrero, otra que venía de Álvaro Obregón y la que venía de Sostenes Rocha, formaban un remolino. Entonces una persona, desconozco quién sería, para tratar de auxiliar a las personas, ató una riata de los extremos de unos postes, para que agarrándolo pudieras cruzar. El detalle fue que en algún momento, mi hermano por la misma fuerza del remolino, se ‘echó un clavado’, volteando los pies para arriba”, recordó.
Afortunadamente, otra persona que también iba cruzando logró tomar del brazo al hermano de Carlos, lo que les permitió llegar a la antigua glorieta de San Antonio, seguir por Independencia y llegar a su hogar.
Al llegar, vieron a sus padres, que se encontraban en la azotea de su casa, resguardados de la lluvia con un techo de plástico.
Cuando recuerda esta historia, a Sánchez García le parece increíble, cómo Irapuato se pudo levantar de una inundación que dejó tanto daño y ahora es una ciudad industrial, con inversiones de grandes empresas, y que presenta una transformación total. Una ciudad que reconstruyeron todas y todos juntos.