
Irapuato, Guanajuato.- En la sala del Museo Salvador Almaraz, donde se presenta la exposición “Punto de Partida” dedicada a artistas emergentes, aparece una figura silenciosa, tímida, que observa sus propias obras como si aún le sorprendieran. Es Abril Men, aunque pocos la llaman así: su nombre artístico, el que incomoda, el que provoca, es “Ojo Putrefacto”.
Ese alias, dice, nace del punto exacto donde lo visual se vuelve incómodo. “Es lo visual y lo retorcido, lo mórbido. Desde ahí quise partir mi nombre”, explicó la artista. Un nombre que es declaración de principios: su arte no busca agradar; busca mover, confrontar, mirar donde casi nadie quiere mirar.
De lo tradicional a lo digital y de vuelta
Abril confiesa que quiso estudiar artes, pero la vida la llevó al diseño gráfico. Y aunque eso la acercó a técnicas digitales, nunca abandonó la raíz de su creación: el dibujo tradicional.
“Primero hago todo a mano. Luego lo paso a digital. Lo digital solo expande el mundo que ya hice”, cuenta. Para ella, la tecnología es un instrumento, no una sustitución. “No te quita nada como artista; solo amplía tus posibilidades”.
A pesar de dominar herramientas digitales, reconoce que su corazón está en lo físico: el trazo real, la hoja, el olor del papel. “Me desconecta del entorno. Estoy en mi zona. El digital es muy diferente: los colores, los trazos… por eso siempre vuelvo a lo tradicional”.
Esa contradicción, creadora digital que prefiere lo analógico, es parte de su personalidad: compleja, ambivalente, expandida.
El arte como refugio y grito
Callada, tímida, casi invisible en una conversación casual, Abril encuentra en el arte un espacio donde por fin puede decir lo que calla.
“Es un medio de expresión para lo que no puedo decir”, reconoce. Su obra habla por ella: cuerpos, bestias, dualidades, monstruos que son más emocionales que anatómicos.
En la exposición paralela de Bestiarios, una de sus piezas más comentadas muestra una cabra de dos cabezas: una tierna, adorable; la otra, monstruosa, tentacular, una criatura que parece querer escapar del lienzo.
La obra está inspirada en La cosa del otro mundo, película sobre un parásito que se transforma en criaturas imposibles. Para Abril, la pieza es una metáfora: “Todos tenemos dos caras. Una que mostramos al mundo y otra que escondemos”.
Dualidad, contradicción, suavidad y horror: Abril habita todas al mismo tiempo sin elegir una sola.
El ritual de incomodar
Su obra central en “Punto de Partida” se titula Ritual, inspirada en la película La Bruja. Muestra a una mujer desnuda, rodeada de velas, en un acto íntimo y ancestral. Aunque su autora ama el arte tradicional, esta pieza nació en digital.
¿Por qué? Quizá porque la contradicción es parte de ella. Quizá porque la bruja moderna que retrata también es ella: tímida pero poderosa, callada pero ritualista, tradicional pero inmersa en lo digital.
Invitación a derrumbar prejuicios
“Ojo Putrefacto” invita a los visitantes a explorar sus mundos rotos, suaves, viscosos y tiernos.
“Los invito a que vengan a ver mi obra en el Museo Salvador Almaraz”, dice con una sonrisa nerviosa, casi opuesta a la fuerza brutal de sus imágenes.
Abril es una artista que habita en el intermedio:
entre lo digital y lo manual,
entre lo adorable y lo monstruoso,
entre lo que muestra y lo que calla.
Una creadora que convierte la ambigüedad en estilo, y la incomodidad en su punto de partida.
