Irapuato, Guanajuato.
José Ricardo Vázquez San Pedro de 72 años de edad, padre de cuatro hijos, se integró a la Casa Hogar para Ancianos y Desvalidos de Irapuato hace 10 meses luego de ser abandonado por su familia.
“Murieron mis padres y les entregué la herencia, al entregarles eso se hicieron pedazos”, lo dice como si trajera un nudo en la garganta y las palabras no pudieran salir. Su hija mayor al cobrar el dinero de la herencia desapareció de la vida de su familia dejando atrás una ruptura sin remedio.
Años después sus hijos se reunieron para fiestas decembrinas y al enterarse que la herencia ya había sido cobrada por una de sus hermanas el problema se hizo mayor, y la vida en familia terminó.
Su esposa, la única que estaba a su lado también lo abandonó, lo dejó por la falta de sustento económico, “haz tu vida y yo la mía, dijo”; José al verse solo e inclusive con problemas para poder comer algunos días, decidió buscar ayuda en el DIF de Irapuato en donde lo canalizaron al asilo.
“Gracias a las personas que me apoyaron tengo las tres comidas diarias, cuarto, juego de ropa limpia, baño. Claro, que se priva uno de varias cosas como las salidas pero se acostumbra uno poco a poquito y le sigue uno”.
Lo que menos busca José en estos momentos es buscar a su familia, “a lo mejor los encuentro y va a haber promesas y para que al rato otra vez me digan adiós, ya no”, dice con voz entrecortada y lágrimas en los ojos.
Desde hace dos años, José pasa sus navidades sin compañía de nadie, pero se encuentra esperanzado en que este año junto a sus compañeros ancianos poder encontrar un ambiente de paz.
“Aquí encontré amistades, con quien platicar, en cambio donde estaba sólo me salía a la puerta para ver quién pasaba y este diciembre sí trae muchas nostalgias y tristezas pero más que todo hay con quien platicar, con quien convivir”.