Las Poquianchis: “pioneras” de las fosas clandestinas en Guanajuato

Las hermanas González Valenzuela ocupaban los patios de sus propiedades con un modus operandi similar a los grupos delictivos

Guanajuato.- En la década de 1960, las hermanas González Valenzuela ocupaban los patios de sus propiedades para enterrar los cuerpos de mujeres y niños, marcando un precedente de las fosas clandestinas en Guanajuato. Los burdeles y terrenos aledaños eran los sitios precisos para ocultar sus crímenes; hoy, bajo un modus operandi similar, los grupos delictivos recurren a lotes baldíos o predios abandonados para deshacerse de sus víctimas.

Uno de los casos criminales más relevantes en México del siglo XX fue el de las Poquianchis, mujeres dedicadas a la trata de personas y explotación sexual. Durante casi 10 años, las hermanas mantenían en funcionamiento burdeles en varios puntos de Jalisco y Guanajuato. En ese tiempo, convirtieron parte de los recintos en “panteones” para bebés y fetos de sus trabajadoras sexuales, que más tarde serían usados también para las mujeres.

Modus operandi

Las mujeres preservaban la discreción de sus negocios con la hermeticidad de sus propiedades; cavaban agujeros en los espacios de terracería y depositaban los cadáveres de las prostitutas y a cualquiera que “no les fuera de utilidad”. También se tiene registro de desmembramiento, incineración de personas y quema de neumáticos para camuflagear los olores de los restos humanos.

De manera oficial, un estimado de entre 6 y 8 cuerpos formó parte del expediente del caso, sin embargo, la prensa reportó hasta 100 cadáveres.

La práctica, llevada a cabo de manera rudimentaria, ha escalado hasta convertirse en una constante del crimen organizado a nivel federal. Pese a que las fosas de las hermanas y las fosas localizadas actualmente tienen más de medio siglo de diferencia, el patrón es semejante; victimarios que torturan y asesinan a sus víctimas para luego esconder los restos en zonas estratégicas.

El reclutamiento de las jóvenes para trabajar como servidoras sexuales a base de falsas promesas, amenazas o raptos es similar a la manera en la que los grupos delictivos, mediante propuestas laborales, desapariciones forzadas, entre otras formas de hacerse de personal, fue y es una forma de dominio sobre la vida de las personas. La muerte es el único modo de salir de ese círculo de violencia y control.

Para las hermanas, las fosas aseguraban su impunidad, además de que a través de ellas “limpiaban” sus burdeles y desechaban personas consideradas como evidencia de sus delitos. De la misma manera, las células criminales se encargan de borrar del camino a aquellos que representen un obstáculo, ya sea integrantes, rivales explícitos o rehenes.

En el caso de los sesentas, la falta de pruebas y testimonios, además de la corrupción, permitió a las empresarias laborar durante varios años. Pese a los cuerpos localizados en las fosas modernas, el crimen organizado continúa ganando fuerza, ya que no hay una vinculación explícita e inmediata.

La ola de personas desaparecidas y hallazgos de fosas en el estado revela una continuación masiva que ha dejado de considerarse como una situación específica de asesinos seriales. De cualquier forma, las similitudes entre ambas circunstancias hacen innegable que las Poquianchis y sus entierros ilegales son un antecedente en la crisis de ahora.

@periodiconotus Las Poquianchis convertían los patios de sus propiedades en verdaderas fosas clandestinas, siendo pioneras de la crisis actual de desapariciones y entierros ilegales en Guanajuato y el país #laspoquianchis #fosasclandestinas #guanajuato #desaparecidos ♬ sonido original – Periódico Notus

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