Por: MakaBrown
Esta historia que les contaré a continuación es una situación que me pasó y que no me la van a creer pero es realmente cierta.
Toda la vida he tenido gatos, me gustan mucho los gatos. Se me hacen muy interesantes, elegantes y esponjosos… y muy misteriosos. Sé de algunas personas que los odian, pero a mi me parecen la mascota perfecta.
Incluso en la escuela cuando teníamos clases “normales” antes de la pandemia, cuando mis compañeritos salían al recreo, yo me la pesaba en el pizarrón dibujando y dibujando gatitos.
Tengo una gata desde hace más de seis años, le decimos “Leona”, porque tiene su ego muy grande y hasta parece la reina de la casa… bueno, no parece… ¡es la reina de la casa!.
Creíamos que estaba esterilizada, pero cierto día nos dio la sorpresa con su panzota. Pensábamos que era por “exceso de whiskas”, pero no, “El negro” del vecino seguramente le puso una buena revolcada.
Tuvo tres gatitos, estaban bien chidos, ¡la neta!… le decía a mi mamá que ni nos los podíamos quedar, y aunque me dijo que no, tampoco los regalamos y ahí seguían creciendo.
Cuando cumplieron los dos meses, eran muy juguetones… pero “La Leona” se puso sensible y sentimental.
Creía que sus propios hijos le quitarían el trono, por lo que continuamente los atacaba. Una lluviosa noche, los atacó tan fuerte que por poco y los mata.
Se los quitamos y en lugar de tranquilizarse, nos puso una chinga que nunca olvidaremos. Prácticamente me desperté en calzones y me arañó las piernas y los brazos. Tomé un bat y le di en la mera panza.
Las semanas siguieron y “La Leona” supo que la había cagado. Por lo que intentó “hacer las pases” y todas las mañanas iba y me despertaba, se subía sobre mi cara y me lambía las narices.
Pero la noche del sábado pasado, desperté en la madrugada porque nuevamente se subió a mi cama y me estaba lamiendo la cara, me lamía y hacía maullidos como de lamentos, de tristeza, como cuando pide sus whiskas o algo así .
Le dije: “¿Leona qué quieres, déjame dormir?”, pero al encender la lámpara de noche, me di cuenta que no estaba en mi cuarto. La Leona dormía muy placenteramente en su camita, en la sala de la casa.