Irapuato, Guanajuato
El Panteón Municipal guarda muchas historias, mitos y leyendas de los muertos que han terminado aquí y lo que en vida fueron; historias de terror que protagonizan niños, mujeres y hombres ya fallecidos hace muchos años.
Alguna de ellas, las relata Carlos Sánchez Herrera en su libro Irapuato, Fundación, Tradiciones y Leyendas consultado en el Archivo Histórico de la Ciudad, en las que narra historias de muertes trágicas, incluso la leyenda de una mujer que supuestamente fue enterrada aún con vida en este camposanto.
“Condición que se cree experimentó una señora de nombre María Yáñez de Vázquez, pues se especula fue enterrada con vida el 16 de julio de 1956. Se cuenta que en dicha ocasión el velador llamó a las autoridades para reportar que escuchaba ruidos en la tumba de esta mujer, y al exhumar el cuerpo encontraron que estaba en una posición distinta a la que la habían enterrado y además mostraba rastros de que había querido escapar del féretro.
Esta situación dio pie al surgimiento de la leyenda del Ángel de piedra que custodia su tumba, conocido por los cuidadores como el “Ángel de la Guarda” por la posición que ocupa, y que se encuentra por el camino principal, pies se dice que por las noches, el Ángel sale a sobrevolar el cementerio vigilando que todo se encuentre en orden escuchándose por todo el lugar sus singulares aleteos”.
Otro ángel muy conocido por los cuidadores del panteón es el llamado “Ángel del silencio” ya que aseguran quienes lo han visto que este ángel se le aparece a las personas que no guardan el debido respeto del lugar haciéndoles la seña de que guarden silencio”, relata Carlos Sánchez Herrera.
Otra historia muy conocida y que el autor narra, “Trata de muertos que cumplen milagros, una de ellas habla de la tumba donde descansaba el cuerpo del padre Nicolás, de la Orden Franciscana, o mejor conocido como “Nico” como le decían cariñosamente. Dicha tumba era visitada constantemente por la gente para pedirle ayuda o milagros, se dice que mucha de la gente que fue a rezarle encontró su deseo o necesidad satisfecha.
Este ritual se extendió tanto, que no faltó el aprovechado de la “novedad” y se puso a vender imágenes, estampitas y reliquias del padre “Nico”; por ello, los hermanos de la Orden Franciscana decidieron exhumar el cuerpo para trasladarlo a otro lugar; sin embargo, la tumba permanece en el Panteón Municipal, en donde aún le siguen llevando ofrendas y recuerdos para que les conceda un milagro a quien se lo solicita”.