
Irapuato, Guanajuato.- En cada paso que da, don Mario Aves Ávila Hernández carga algo más que el peso de una operación en el fémur y los años de esfuerzo: carga un espíritu inquebrantable. A sus más de 30 años del accidente que marcó su vida, don Mario no ha dejado de buscar oportunidades para salir adelante y demostrar que, con voluntad, la adversidad no determina el destino.
“Bendito sea Dios, yo siempre busco trabajo. A mí nadie me mantiene, nadie me ayuda económicamente, yo tengo que buscar empleos temporales”, cuenta con una mezcla de orgullo y humildad. Su historia comienza en 1992, cuando sufrió un fuerte accidente automovilístico en la calle Obrero, en la ciudad, que le provocó la ruptura del fémur. La lesión lo llevó a una cirugía con placa y tornillos, y lo obligó a replantear su vida.
Las consecuencias fueron duras: la pérdida de movilidad, frustración y la dificultad para continuar trabajando de manera constante. Sin embargo, lo que para muchos sería un alto definitivo, para él se convirtió en un nuevo inicio.
“Bendito sea Dios y gracias al apoyo de la gente, me pude levantar. Reconozco mi situación, pero también doy gracias a la vida”, afirmó.
A pesar de vivir solo y enfrentar sus necesidades día a día, don Mario se mantiene activo. La limpieza es su principal oficio, y con orgullo habla de la confianza que la gente deposita en él para atender casas y espacios en eventos sociales.
“No es siempre, pero cuando hay oportunidades las aprovecho.”
Su recuperación ha sido acompañada por el apoyo institucional, pues Mario reconoció el respaldo del DIF municipal y del programa de empleo temporal, que le han brindado herramientas para seguir adelante, como un bastón y apoyos alimentarios, así como atención médica que le ha permitido volver a caminar con mayor independencia.
“He recibido amabilidad, cariño y esa oportunidad que para mí significa mucho”, comentó emocionado.
Más allá de los apoyos, Mario destacó el trato humano. Agradece a la presidenta municipal y al personal del DIF, quienes —dice— le han tendido la mano con empatía y respeto. También mencionó con cariño a quienes lo han contratado en temporadas como la villa navideña, reconociendo públicamente su solidaridad.
Hoy, en recuperación y lleno de ánimo, Mario mantiene la mirada en el futuro.
“Estoy a la mejor disponibilidad para trabajar, la gente me conoce y sabe que soy honesto. Tengo las ganas de salir adelante”, aseguró.
Su historia no es solo testimonio de necesidad, sino de fortaleza: la de un hombre que, pese a las limitaciones físicas, sigue caminando con el paso firme de quien no se rinde. Con un bastón en la mano y esperanza en el corazón, Mario recordó a todos que la dignidad y el esfuerzo no tienen edad ni condición.
