Entretenimiento

La casa embrujada de la “Pancho Villa” de Irapuato

Irapuato, Guanajuato

Estimados amigos de Notus, les voy a platicar una historia que a la fecha se me sigue erizando la piel, solo de recordarla. Les puedo asegurar que lo que me pasó es cien por ciento verídico.

Cuando tenía doce años, nos cambiamos de una ciudad del norte del país a Irapuato. En unas vacaciones de visita a unos familiares de Silao, pasamos por esta ciudad fresera, mi papá dijo que “escogiéramos una casa” porque nos cambiaríamos en los próximos meses. No avanzamos mucho, a la entrada de Irapuato por Av. Guerrero llegamos al Fracc. Gámez, por la calle principal. Era una casa muy padre, grande, bonita… pero muy oscura. Estaba en renta y decidimos buscar al dueño para pedir informes.

A los pocos meses, ya estábamos en el proceso de mudanza, limpiando y ordenando las cosas. Aún no teníamos luz y nos aluzábamos con velas los primeros días. Desde el primer momento nos dimos cuenta que esa casa tenía algo “enigmático”. A una tía se le movió su bolsa del mandado con mucha fuerza cuando estábamos en la cocina. Pensábamos que era una rata, pero no había nada. Luego el garrafón del agua, “soltó aire” como a alguno de ustedes le habrá pasado, sólo que duró más de tres minutos en el burbujeo.

Pasaron los meses, y aunque  tenía un jardincito bien cuidado, a mi hermano y a mí no nos gustaba jugar ahí. Éramos súper “vagos” jugando al futbol, pero en ese jardín por nada del mundo jugábamos, se sentía una vibración muy extraña, como si alguien nos estuviera observando todo el tiempo. Preferíamos jugar en el duro suelo de la cochera.

Todas las noches se escuchaban pasos por los pasillos del jardín. Las hojas en el suelo de aquel guayabo crujían como si alguien las pisara intencionalmente. Mi papá decía que eran las ratas, pero nunca vimos una sola, ni rastros de ellas.

Cuando me ponía pensativo o me ponía a estudiar, me subía a la azotea viendo hacia abajo donde estaba el jardín.  Un frío aire movía las ramas de aquel árbol de guayabas, lo curioso es que las bardas eran lo suficientemente altas como para que pasara el aire.

Pasaron dos años, en aquella oscura casa. Cuando recogimos nuestras cosas para entregar la casa y cambiarnos de domicilio, empacamos todas nuestras pertenencias. Ya para hacer la “última revisión” de que no se nos olvidara algo, mi hermano me gritó… ¡Cuidado con la serpiente, cuidado!.

Di un gran salto hacia atrás viendo cómo estaba enrollada en aquel guayabo. Nos acercamos poco a poco y vimos que no se trababa de una viborilla, ni nada por el estilo. Era un lazo, uno de esos como tipo cortinero. Al principio pensamos que era un injerto en el árbol, fuimos por un cuchillo y lo trozamos. Tenía amarrado un libro. No era cualquier libro, era uno ¡de magia negra!.

En la solapa tenía una leyenda que decía “No abra este libro por simple curiosidad”.  Claro que no hicimos caso. Estaban escritos los más macabros rituales que se puedan imaginar.

Nunca dijimos nada de ese libro. Lo guardamos en las cajas de mudanza y ahí quedo por varios años.

En cierta ocasión con una compañera de la Prepa,  salió el tema de este libro. Me preguntó que sí aún lo tenía, a lo que asentí. Lo busqué entre varias cajas de libros y cuando lo encontré se lo entregué. Ese día mi compañera tuvo un accidente; casi llegando a su casa, un camión la aventó provocándole varias fracturas.

Quisiera decirles que aquí acaba la historia. Pero no puedo. Pasaron muchos… muchos años, tal vez… veinte… o más, yo ya laboraba para cierta empresa. En el receso salí a fumarme un cigarrillo y me acompañaba un amigo. Mientras “echábamos humo” empezamos a charlar acerca de las veces que hemos sentido miedo. Me dijo “la única vez que he sentido miedo, es en el Fracc. Gámez de Irapuato…”  La piel se me puso chinita, chinita. Su historia trataba de la casa de al lado; de nuestros vecinos de aquel entonces.

Han pasado treinta y dos años de esto que les estoy contando. No trato de convencerlos, ni mucho menos. Solamente quería compartirles lo que me pasó en aquella casa embrujada de Irapuato. Aún me da mucho miedo.

 

Caja de Comentarios de Facebook

2 Comentarios

  1. Carlos Da Mota como sabes que es la misma casa? y si es así,cual es el problema? es solo una historia,queda a criterio de cada quien creerla o no,solo es una historia y ya…vas a proceder legalmente según tu…bajo que argumentos? llegaras y dirás:”ay señor juez,inventó una historia de mi casa con libros feos de brujería,ay no que feo,castiguelo” (lease con voz de puñetas y llorón) lo único q harás es q en la audiencia con el juez te saque a patadas por dos razones: una por pendejo y otra por chillón y puto…

  2. Quien escribió esta mentira tan grande, yo viví toda mi infancia en esta casa y lo que describes hasta ahorita, son puras patrañas, deja de estar inventando historias, por que esa casa nunca había estado ni en renta en ese tiempo, hasta hace poco se le puso el letrero de venta. Hace 32 años ni estaba en renta, imposible tu historia. Es que te pido que retires tu historia o procederemos legalmente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button