Por Gerry Orozco.
Irapuato, Guanajuato.- La familia de Julio Silva huyó del temblor de septiembre de 1985 en la Ciudad de México, tras la perdida de un hermano que quedó sepultado debajo de los escombros de su universidad y llegó a Irapuato, donde después de muchos años, logró establecer una de las cenadurías más típicas de la ciudad.
Una vez que llegó a Irapuato Julio se estableció en la calle de Sostenes Rocha donde decidieron poner y continuar con el negocio familiar que tenía en Ciudad de México, la venta de tamales y atoles; los primeros tiempos fueron muy difíciles, “vendíamos alrededor de 20 o 30 tamales diarios, nadie nos conocía y a las nueve de la noche ya no había nadie en la calle”; además comentó que eso no pasaba en la Ciudad de México, allá hasta las 3 de la mañana había gente en las calles.
Las dificultades seguían apareciendo, la dueña de la casa de Sostenes Rocha me pidió la propiedad pues la iba a vender, lo que significó buscar un nuevo lugar para vivir y para la venta de los tamales, no le veía futuro.
Don Pedro Ramos ofertaba en renta su casa, ubicada en la calle Galeana # 47, fui a verla junto con mi hermana y decidimos rentarla era ideal para vivir y para la venta.
Un día de suerte, mi madre tenía la costumbre de escuchar la radio y sintonizar “la noche de un artista” un programa que conducía Don Francisco; era una noche fresca y el conductor dijo al aire que se le antojaba un tamal y un atole; la mamá de Julio le dijo: “le voy a hablar a Don Francisco para llevarle sus tamales”.
Al locutor de radio recibió la llamada y le pareció un buen gesto por parte de mi madre y en agradecimiento dos o tres veces por semana mencionaba gratis en su programa los “Tamales de Galeana”. Ni siquiera los había probado, pero él nos promocionaba en su programa, unos días después, Don Francisco pasó al negocio y por fin pudo probar los tamales. Quedó encantado.
El negocio fue creciendo, en media hora terminábamos una olla con 200 tamales, pero no era suficiente para abastecer las necesidades de mi familia y la de mi hermana.
Puse otro local en boulevard Diaz Ordaz, pero no dio resultados, me vi en la necesidad de dejar la casa de Galeana e ir en busca de una nueva opción para vivir y para vender los tamales, sin embargo, la dueña de la casa me propuso no incrementar la renta y que podía ampliar el negocio aquí.
Comenzamos poniendo un par de mesas y ofertando otros productos como tacos, pozole y sopes, poco a poco el negocio fue atrayendo más clientes y hubo le necesidad de ir acondicionando el lugar para poner más mesas.
La fortuna se volvió en mi contra nuevamente, pues la dueña de la casa me avisó que tenía la intención de venderla, pero me dio la oportunidad de hacerle una oferta y poder adquirir la propiedad; “no contaba con el dinero en efectivo para poder pagar el valor de la casa, valía mucho”.
Le dije a la casera que, si encontraba un comprador para la casa, pues que aceptara, porque yo no tenía los medios para adquirirla, sin embargo, la dueña me dio ánimos y me dijo que me moviera y que consiguiera el dinero que ella me esperaría; pude conseguir el préstamo en un banco, pero aun así era insuficiente.
Le dije a Doña Mari que me faltaban cerca de 200 mil pesos y su respuesta fue no se preocupe me lo va pagando como si fuera renta. Una gran persona Doña Mari que se portó muy bien conmigo agregó Julio.
Viendo en retrospectiva la llegada a Irapuato fue por un hecho devastador, perdimos a mi hermano y el negocio en Ciudad de México, fue difícil poder establecerme aquí, quería ir a otro lado, estaba desesperado y recortadísimo de gastos. El barrio de Sostenes Rocha era peligroso en ese tiempo, el negocio no funcionaba, cambié de lugar, pero afortunadamente encontré personas sorprendentes que me ayudaron sin pedirlo.
Las recetas de esta típica cenaduría son recetas de mi madre Rebeca, tamales, buñuelos, pozole, atole, y todo lo que se vende aquí son de ella. Mencionó Julio que aparte de los tamales esta cenaduría es famosa por los atoles que prepara, en especial el de sabor cajeta y el de guayaba.