Salamanca, Guanajuato.- “Para ser Cronista, se necesita enamorarse del lugar donde vive, tener conocimientos de la historia local, leyendas, fábulas, además de consultar varios libros de personajes, tradiciones, costumbres, sitios y monumentos de la localidad y fechas de sucesos importantes, un cronista no necesariamente tiene que ser un historiador con licenciatura, maestría o doctorado, puede ser cualquier persona que enfoque sus conocimientos a la historia y origen de donde habita”. Comentó don Juanito, Cronista de la ciudad de Salamanca.
Juan José Rodríguez Chávez, a los 12 años de edad descubrió que le gustaba leer libros principalmente de la historia de Salamanca, autores originarios del municipio que hablan de arte, leyendas, arte culinario, además de coleccionar revistas y fotografías antiguas.
“El primer libro que tuve se llama “Leyendas de mi pueblo” del año de 1953, son 3 leyendas del Convento de San Agustín y a partir de ese libro empecé a comprar más, ahorita tengo una colección de 400 libros de la ciudad”.
“En mis tiempos no se concursaba para ser Cronista, simplemente buscaban una persona que tuviera conocimiento amplio de la historia de Salamanca, anteriormente existía un historiador con licenciatura originario de Salamanca pero radicaba en la ciudad de México, llamado Juan José Razo Bolívar, que en ese entonces tenía el cargo de Cronista, pero querían una persona que radicara en la ciudad, por lo que de acuerdo al pleno del Cabildo del Ayuntamiento 89-91, el 14 de Julio de 1991 me otorgaron el nombraron a de Cronista”.
“En la actualidad, desde hace 15 años para acá, ya se lanza una convocatoria para seleccionar al nuevo Cronista de las ciudades, ya no es como antes, a mí me sirvió mucho que en mis tiempos yo entregaba notas de la localidad a la Prensa para que fueran publicadas, porque me solicitaban mucha información dado que sabían que me gustaba la historia y la investigación”.
“Juanito” como se le conoce en Salamanca al Cronista, es originario del pueblo “Viudas de Oriente” que actualmente se llama Villa Juárez, en el estado de Aguascalientes, tuvo la oportunidad de estudiar la primaria, secundaria y una carrera técnica de Secretario en Taquimecanografía, es huérfano de padre y madre, cuidado durante un tiempo por señoritas altruistas quienes lo criaron junto con su hermana y hermano.
“Yo sufrí un accidente de niño, me le caí a mi hermana de sus brazos, de un sentón al piso me dañé un poco la columna y me internaron en un hospital en Aguascalientes, a mi hermano se lo llevaron a un casa hogar para niños huérfanos en Celaya donde hoy es el Colegio América, a mi hermana se la llevaron a un colegio de monjas en Irapuato y hasta que yo me pude recuperar de mi columna las hermanas señoritas Estela y Esperanza Morones me llevaron a una guardería de Celaya donde a mi hermano mayor le daban permiso todos los sábados de visitarme y de esa manera lo pude conocer, ya que en ese entonces era un bebé y no me daba cuenta de muchas cosas”.
“Después de un año me internan en el asilo de niños huérfanos donde estaba mi hermano y ahí nos acompañamos hasta que fuimos creciendo y nos buscaron padres adoptivos, teniendo la suerte mi hermano y yo de que las señoritas Estela y Esperanza nos buscaran papás, quienes nos trajeron a vivir a una casa del centro de la ciudad de Salamanca un 26 de noviembre de 1957, nuestros padres adoptivos nos formaron, nos educaron y nos mantuvieron, donde mi hermano y yo fuimos monaguillos del templo de San Agustín, ahí fue cuando me empezó a llamar la atención la historia de los retablos de oro y el arte del lugar”.
En la actualidad, don Juanito es casado, tiene 3 hijos y ha escrito 5 libros sobre historia y origen de Salamanca, tiene 30 años como cronista y 71 años de edad, ha recibido varios reconocimientos gracias a sus investigaciones y se encuentra activo trabajando en la Biblioteca Pública Municipal, Bartolomé Sánchez Torrado, recibiendo amablemente a quien requiera información del amplio acervo cultural con el que cuenta, narrando de manera experta la historia de la ciudad Petrolera, reflejando el gusto con el que trabaja y despertando admiración de todo aquel quien lo conoce.