
Irapuato, Guanajuato.- Desde la pequeña comunidad de Providencia de Pérez, a tan solo 15 minutos de la mancha urbana de Irapuato, nació una historia que combina esfuerzo, vocación y el deseo de transformar el campo mediante la tecnología. Es la historia de Gustavo Ramírez, ingeniero en electrónica que hoy trabaja en el sector agrícola, donde su formación académica y sus raíces campesinas se entrelazan para mejorar la vida de los productores.
Gustavo, nacido en Irapuato en 1985, creció en medio de sembradíos y jornadas pesadas. Su familia siempre se ha dedicado al campo, y aunque desde niño su padre lo llevaba a las labores agrícolas, confiesa que en aquel momento no le gustaba: “Es pesado, es pesado ahorita”, recuerda entre risas. Sin embargo, esa misma cercanía le permitió conocer de primera mano los problemas cotidianos que enfrentan los agricultores.
A pesar de su origen rural, Gustavo casi abandona la educación superior. Tras terminar la preparatoria, dejó de estudiar por tres años con la idea de dedicarse únicamente a trabajar. “El estudio no lo veía ya como una opción”, admitió. Pero la vida le enseñó pronto que ese no era su camino. Decidió retomar su formación y se inscribió en el ITESI, aunque llegar hasta allá, “de orilla a orilla”, como él mismo dice, era complicado.
El transporte fue un obstáculo constante durante el primer semestre, pero lo superó cuando logró adquirir un automóvil. “Siempre he dicho: el querer es poder”, afirmó convencido. Y ese deseo lo llevó a concluir su carrera en Ingeniería en Electrónica, su verdadera pasión desde pequeño.

El giro inesperado vino al final de sus estudios, cuando se integró a una empresa agrícola para realizar sus prácticas profesionales. Ahí, dos mundos que parecían distantes se encontraron: la electrónica y la agricultura. “Todo se conjugó”, relató. Por un lado, ya conocía las labores del campo; por otro, dominaba la tecnología. El resultado fue una sinergia que no solo facilitó su trabajo, sino que le permitió ayudar a otros.
Hoy, Gustavo utiliza sistemas electrónicos que permiten a los agricultores tomar mejores decisiones, optimizar recursos y enfrentar problemas antiguos con soluciones modernas. Lo que antes parecía imposible, ahora se resuelve con sensores, monitoreo y automatización. “Nunca me imaginaba que existían estos sistemas… y que ayudaban tanto”, reconoció el irapuatense.
Para él, lo más valioso es saber que su trabajo tiene un impacto directo en quienes, como su padre, han dedicado su vida a la tierra: “Cuando ayudas a un agricultor a mejorar su día a día, es gratificante… porque yo viví esos problemas desde niño”.
Gustavo Ramírez es un ejemplo de cómo la educación y la tecnología pueden transformar realidades, incluso desde las comunidades rurales más pequeñas. Su historia demuestra que los caminos pueden cruzarse y que, con esfuerzo, la vocación puede convertirse también en una herramienta para sembrar un mejor futuro.