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Gustavo piñatero del asilo de ancianos

Gustavo se resiste a dejar de se productivo y fabrica piñatas al gusto del cliente

Irapuato, Guanajuato.- Gustavo de 69 años de edad se rehusó a dejar de ser productivo, en su casa habitación que es el asilo de ancianos de Irapuato “Casa Hogar La Paz”, en donde tienen montado un taller de fabricación de piñatas.

En el asilo le enseñaron a hacer piñatas y como “a mí no le gusta andar de arrimado” fue la forma en que pensé hacerme de un dinerito, y así coopero con mi manutención” dijo el piñatero del asilo.

Tiene una gran variedad de piñatas, chicas, medianas, grandes, de forma tradicional, de tambor, con figuras, “al gusto del cliente yo la fabrico” comentó Gustavo.

Parte de la historia de Gustavo es que ha andado en varias ciudades, pero un día decidió dejar todo atrás y se vino a la ciudad de Irapuato, con no mas de 3 mil pesos en la bolsa logró pagar cuatro noches en un hotel, pero el dinero se terminó.

Llegó al asilo por medio del DIF quienes lo canalizaron a la casa hogar, pero él contaba solo con 67 años de edad, por tal razón no podían albergarlo, sin embargo, le dieron la oportunidad de quedarse ahí provisionalmente una semana, al termino de esa semana la madre superiora, que dirige el asilo, habló con él y le preguntó que como se sentía viviendo ahí, Gustavo dijo que muy a gusto, que si había la oportunidad de quedarse él aceptaba.

Antes de llegar a Irapuato Gustavo vivía con una señora en una hacienda aguacatera, con la cual tuvo un par de hijos más los hijos que a señora ya tenía, sin embargo, los problemas lo aquejaron al tal punto que desidió salir a la aventura, “los hijos estaban metidos en el vicio de la droga y eran puros problemas”.

Gustavo comentó que su salud ya se estaba deteriorando pues ya lo habían operado dos veces de la próstata y un a del corazón, por tal motivo su salud ya no aguantaba estar lidiando con los problemas de los hijos.

En otra de sus andanzas Gustavo vivía en Tepejí, ahí tuvo la oportunidad de vender paletas de hielo, contó que había unas jovencitas que le gustaba subirse al carrito de las paletas, pero Gustavo se ponía muy nervioso pues en esos lugares de “Tierra Caliente” las personas andan empistoladas y pensaba que el papá de las jovencitas iría a reclamarle que “porque razón traía trepadas a las niñas en el carrito de paletas”, dijo el paletero que ya ni quería ir a esa ranchería a vender pues las jovencitas no entendían cuando él les decía “bájense por favor, va a venir su papá y me va a reclamar, él siempre trae un pistolón” y las señoritas lejos de obedecer se burlaban y se trepaban más al carrito.

Otra de las anécdota en Tierra Caliente fue que al andar recorriendo las comunidades donde vendía sus paletas un día se encontró con un “pelao” que era de otro rancho y habitualmente le compraba paletas a su esposa e hijos; pero en la comunidad donde lo encontró estaba beso y beso con otra muchacha, el “pelao” lo reconoció y le dijo lo siguiente pero antes mostrándole tamaño pistolón: “mira Gustavo de lo que viste ni una palabra a mi esposa” inmediatamente respondió “usted no se preocupe, esto quedará sepultado, por mis labios nadie se enterará”.

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