De este lado de la acera

acera de enfrente

“Dádme un punto de apoyo

 que encontraré mi REFUGIO INTERNO”

Abel Pérez Rojas

 

Es frecuente afirmar que las cosas están mejor del otro lado de la acera: que los rayos del sol son más agradables en esa latitud o que la tierra es más pródiga. Pero cuando nos encontramos en aquel punto nos damos cuenta que no es así, que las cosas no son lo que parecían, que sólo nos dejamos llevar por el pensamiento equivocado de suponer que nuestra ubicación actual está en desventaja en relación con otras.

Con lo anterior no estoy sugiriendo la resignación ni el conformismo. Afirmo que, por estar constantemente pensando en el otro lado de la calle, no disfrutamos de las bondades de este lado.

Apreciar las bondades de este lado de la acera es también una condición interna de los individuos, porque las fortalezas de las cosas y de las situaciones están ahí, pero no afloran si la interioridad del individuo no está en calma para descubrirlas.

Como ejemplo, comparto un cuento chino:

Un rey, famoso por su valor y serenidad, se encontró al borde del derrocamiento. Las hordas bárbaras habían acabado con casi todo su reino, sólo quedaba por ser invadido su castillo, pero éste, no contaba con mayor guardia que el propio monarca y dos de sus servidores.

El  monarca sabía que, en breve, el enemigo llegaría con sus ejércitos para tomar posesión de su edificación.

Lejos de ocultarse, el monarca pidió que se abrieran de par en par las grandes puertas del palacio para que las huestes enemigas ingresaran sin resistencia alguna; él tomó asiento en una almena en la cual podía ser fácilmente visto y, a su vez, podía observar perfectamente la llegada de sus contrarios.

Con suma serenidad el rey observó como el ejército enemigo empezó a subir las escalinatas, pero de repente, a una instrucción de su jefe, hicieron alto total y marcharon en retirada.

La serenidad de su majestad hizo pensar a los invasores que les aguardaba una trampa, así que prefirieron huir.

Es de suponerse que una vez alejado el enemigo, el rey habló con sus sirvientes haciéndoles ver cómo, en una situación tan desventajosa, la serenidad se había impuesto al miedo, y con ello una situación tan adversa se transformó en otra a su favor. En efecto, la serenidad del monarca había descontrolado grandemente a quienes contaban con un ejército numeroso, parque suficiente para una batalla y un estado anímico victorioso.

Entre los dos bandos del cuento,  la gran mayoría habría optado por pertenecer al ejército invasor y no al bando del monarca cuasi derrocado.

La exposición anterior no debe confundirse con la resignación que nos lleva a veces a vivir en la injusticia y humillación.

Los estados de serenidad sólo se alcanzan con la práctica constante y el estudio vivencial asiduo.  El verdadero aplomo consiste en que no nos atemorice la adversidad, ni nos perdamos en el optimismo sin sustento.

Hoy día, ir en búsqueda de la serenidad se ha convertido en un verdadero acto de emancipación ante la incesante ráfaga de estímulos exteriores que nos hacen presa del pánico o del optimismo desbordante que nubla la razón,  convirtiéndonos con ello en un número más en la reacción de las masas.

Quienes han realizado progresos en el autoconocimiento y han logrado cierta paz interior afirman que las fortalezas y lo positivamente inesperado también están de este lado de la acera.

Caro lector, ¿está usted dispuesto a ver con otros ojos las dos aceras?

Abel Pérez Rojas (abelpr5@gmail.com / @abelpr5 / facebook.com/PerezRojasAbel) es poeta, comunicador y doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.

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