Irapuato, Guanajuato.- Entre el ambiente del recuerdo, a lo lejos se escuchaba uno que otro lamento, otros guardaban “silencio en sus corazones” y muchos más se veían impotentes ante una lápida, pero en su mayoría todas aquellas que fueron mamás, seguían siendo recordadas.
El calor era casi inaguantable, el olor a tristeza soportable, pero alrededor la penumbra de aquellas mujeres que un día dieron vida a seres humanos, a personas algunas buenas, otras posiblemente pensando como regresar el tiempo para decir un te quiero.
En el panteón de Los Olivos en Irapuato, así como en la mayoría de los panteones, el diez de mayo, Día de las Madres, no sólo es un festejo en casa, en un restaurante, con serenata o un gran obsequio, también es un punto de reflexión para aquellas que dejaron de existir al menos en el mundo actual.
Debajo de un puño de tierra o detrás de una pared de cemento, quedaron los recuerdos, en un espacio extraño que tenía sonrisas, se quedaron lejos esos días de júbilo o desgano, ahí quedaron; una mujer u hombres llorando ante ese puño de tierra, reflejaban la importancia de la mujer, pero más allá el de una madre.
Los que no lloraban, sólo volteaban la mirada al cielo o recordaban los últimos años que pasaron con ellos, lejos de pensar que un día todas esas mujeres sufrieron al dar vida y posiblemente lo único que queda de ellas es el recuerdo.
Por Esaú González
TW: @PeriodicoNotus