Irapuato, Guanajuato.- De 34 años de edad, el saxofonista Antolino Ayala, definió la razón de ser de su pasión por la música y en particular de la expresión que comparte al tocar su saxofón y la historia detrás del gozo en que se vio inmerso al descubrir que el ambiente que rodea a la música lo atrapó para convertirse en músico y así estudiar y prepararse para poder tocar Jazz.
Actualmente estudia la carrera en Cultura y Arte, trabaja en un programa de orquestas sinfónicas infantiles comunitarias llamada Trinitate Filarmonía en la ciudad de León, Gto., además de que imparte clases en la Escuela de Música de la misma ciudad y es miembro activo de la Banda Municipal de Irapuato desde hace poco más de dos años.
Para Antolino Ayala, desde que tiene uso de razón, la música ha venido siendo un verdadero deleite, siendo que desde pequeño en casa le han inculcado cierta música que por el gusto heredado de sus padres, pudo apreciar el fino arte de las melodías clásicas más importantes y reconocidas que no forman parte de algo común en el oído de un niño de tan corta edad.
“Yo me acuerdo que desde muy chico escuchábamos a Oscar Chávez, mi mamá nos ponía a Amparo Ochoa, de manera didáctica por la temática de las canciones, como rondas infantiles… Chava Flores, porque a mi papá le gustaba, Guadalupe Pineda, Nana Mouskori, entre otros”. Comentó Antolino Ayala.
El saxofonista dio a conocer también que tenía un tío que tocaba la guitarra, el cual falleció hace unos 3 años aproximadamente, hermano menor de su padre, y a principios de los años noventa, juntaba junto a su papá discos compactos para reproducirlos en un estéreo modular que tenían en casa y fue así como descubrió el Bolero de Ravel, y a Richard Clayderman.
“No fuimos unos niños criados en un entorno de educación musical, escuchábamos lo que nos venía de la radio y de los medios de comunicación masiva y toda esa música la disfrutaba”. Comentó el saxofonista.
En casa de Antolino, nadie tocaba instrumentos, excepto su hermana, quien un tiempo tomaba clases de guitarra en la Casa de la Cultura y se dio cuenta en aquél entonces a los 9 años de edad, que daban clases de saxofón, sin embargo no pudo tener acceso a alguno, pues su familia no podía solventarlo, y aunque fue su primer interés, no se quedaría con las ganas de adquirirlo y aprender.
La música Ska y su ambiente lo atraparon
Fue en la preparatoria, entre los 16 y 17 años, que Antolino tuvo un acercamiento con la música interpretada por medio de sus amistades en ciertos círculos en donde se sentía a gusto y escuchaba el Ska.
“Empezó a popularizarse Panteón Rococó, Maldita Vecindad ya era conocido pero digamos que no era tan popular como empezó a ser en ese momento, ya eran, ya estaban posicionados, pero en ese momento comenzó a expandirse”. Comentó Antolino.
El grupo local era “Manita de Puerko”, antes llamado “Nos engañaron las Húngaras” y fue que con ellos presenció su primer toquín en vivo al irlos a ver a la llamada Cancha Ferrocarrilera, en donde se hacían eventos de esta índole.
Antolino confesó que el origen de que le gustara tanto el saxofón, no tuvo un inicio, según comentó “muy sincero”, pues si bien le llamaba la atención la música que tocaban en vivo, también le gustaba mucho el ambiente que se hacía, lo que generaba.
“Estaba como complementado por ello, las dos cosas fueron como la intención, sí empezaba a tocar, pero porque me gustaba estar en ese ambiente, ahí no fue un interés tanto como de que quiero aprender a tocar música porque quiero saberlo, más bien quiero aprender a tocar música porque quiero estar en este ambiente que me gusta”. Refirió Antolino.
Comenzó a tocar, gracias a un amigo de la preparatoria con quien se juntaba y además era un miembro de la porra de los Hijos de la Mermelada y tocaba algo de percusión, el cual lo invitó para que se uniera con el trombón a la banda llamada “Perrito Faldero”.
“La verdad yo me acuerdo que en ese momento muchas banditas empezaron a sonar, eran como una onda muy amateur, no era como gente que supiera música, era gente que quería aprender a tocar, y así era como se iba conformando la escena de aquél entonces”. Comentó Antolino.
En esa banda duraría unos 5 años, entre los cambios que tuvo de integrantes y para finalmente convertirse en otra llamada “Yerba Santa”, para poco después disolverse.
Tocó con algunos otros grupos en donde utilizaban alientos, y fue aprendiendo de manera empírica, pues cuando estaba en la primaria Josefa Ortíz de Domínguez, estaba en la banda de guerra, Antolino tocaba tambor y su hermano la corneta, y por ello, ya tenía nociones de la embocadura de ciertos instrumentos de viento.
El trombón lo adquirió por medio de un amigo que se lo vendió, aprendió por su cuenta y preguntando, conociendo el instrumento por medio de lo que le aconsejaban, pero se hizo por fin de un saxofón tenor cuando tuvo la suerte de que por medio de una prima le ofreciera el mismo a una módica cantidad.
En Yerba Santa alternaba entre el trombón y el sax, para tocar piezas propias de la banda y empezar a tener grabaciones con la misma.
Su preparación musical formal
Después de unos meses, Antolino tuvo que decidir qué estudiar, así que se metió a la Escuela de Música de la Universidad de Guanajuato, aunque comentó que no aprendió bien lo que es el estudio formal de la misma en un principio, por lo que recurrió a salirse de estudiar al poco tiempo de haber ingresado en el primer semestre.
Allí en Guanajuato comentó que le robaron su saxofón, siendo un golpe duro para él, aunque continuó aprendiendo trombón y se metió a estudiar otra carrera, la de Historia, ahí mismo, siendo que ahora que no estudiaba música formalmente, se interesó en cultivarse más.
Empezó a tocar en grupos versátiles el trombón y a dar clases, tanto de trombón, como de sax, para decidir finalmente que se regresaría de Guanajuato de la carrera que estaba estudiando, pues sentía que no era lo que él quería hacer en su vida.
Después de esta experiencia, se tomó un tiempo para trabajar en varias cosas, para después irse a estudiar al Conservatorio de Celaya, en el cual encontró la base para abrir su camino y clarificar sus ideas en relación a lo que quería hacer en la música, sabiendo lo básico, pues ya leía partituras así que el primer año se le facilitó.
Duró 3 años ahí, estudiando el trombón en un principio, aunque su inclinación era más por el sax, tuvo que estudiar clarinete, pues no podía estudiar sax como tal, pues no estaba comprendido para las bandas orquestales formales.
Ahí empezó a tomar clases de sax aparte con un maestro de Villagrán, el cual le impartía cátedras de clarinete en el Conservatorio.
Le empezaron a llamar la atención los foros más formales y nunca había estado en sus planes poder participar en conciertos formales en teatros, auditorios o festivales y esto le hizo interesarse más en querer conocer más en su instrumento y la música.
Sayulita, el Jazz y el mundo de la improvisación
Después se fue a vivir a Sayulita, en donde quiso juntar dinero para comprarse un clarinete de mayor gama planeando que fuera mes y medio en periodo vacacional decembrino, aunque ese periodo de estadía se convirtió en 7 meses, viendo la posibilidad de quedarse ahí, pero finalmente se regresó a Irapuato, y se quedó en la ciudad.
En Sayulita conoció a un trombonista argentino que le enseñó las bases de la improvisación de manera más profesional, así como standards de Jazz y la estructura de las mismas, siendo esto un parte aguas para que Antolino alcanzara otro nivel dentro de éstos parámetros musicales, además de que le formó una nueva visión acerca de lo que el género se refiere.
De vuelta a Guanajuato en 2011, comenzó a ir a clínicas en la capital del estado, para aprender cada vez más de manera formal el Jazz y de la música académica mediante métodos para saxofón.
Principales colaboraciones
Fue parte del proyecto colectivo “Más Jazz”, encabezado por el músico Salvador Jiménez Almaráz, (pionero y parte académica), la cual era una agrupación en colaboración de varios músicos locales, quienes, motivados por aprender a tocar Jazz, se fueron integrando en sus filas pianistas, bajistas, saxofonistas, guitarristas, bateristas, percusionistas, entre otros.
La labor de Antolino ahí, además de tocar el sax, era la de difundir las llamadas “Jam”, que eran sesiones en las que en algún lugar se ponían de acuerdo para interactuar musicalmente los miembros mediante una improvisación, y normalmente se presentaban en algún conocido bar de la ciudad como “La Envidia” en sus inicios y dentro del Festival de Jazz de la ciudad en algunas ediciones.
Posterior a la banda “Perrito Faldero”, luego “Yerba Santa”, tuvo la oportunidad de tocar un breve tiempo con “Manita de Puerko” y poco tiempo después que regresó de Sayulita, lo invitaron a formar parte de la banda “Divino Kabaret” en el sax, componiendo música propia y compartiendo escenarios en giras alrededor de varios estados de la república, además de ensambles de Jazz y de parte del Instituto de Cultura.