“Encontrar en el silencio
respuesta a nuestra problemática diaria
es migaja de un bien mayor: paz”
Abel Pérez Rojas.
Opinión.- En esta temporada de fin de año es importante reflexionar sobre una cualidad manifiesta en las personas más longevas y felices de este planeta: vida activa en la intimidad de sus emociones y pensamientos, vida que está vinculada a hábitos de introspección y meditación.
Es de gran relevancia lo anterior debido al incremento en esta temporada de las personas con síntomas de depresión y los casos de suicidio. Diversos estudios reportan hasta un incremento del 40 por ciento de suicidios.
Las explicaciones de por qué se presenta este incremento están vinculadas con los vacíos existenciales, las altas y fatuas expectativas que se generan por los medios de comunicación aunadas a las campañas comerciales cuya fórmula se reduce a algo muy simple: debes tener todo lo que deseas para ser verdaderamente feliz.
Para comprender las lagunas existenciales, resistir a los embates publicitarios y no desistir en la oportunidad de realizar un análisis de lo que fue nuestro actuar en el agónico año, es vital acudir a lo más profundo de nuestro ser y percatarnos que ahí se puede ver con claridad lo que somos y lo que es superfluo.
Creemos que acudimos a nuestra interioridad cuando nos quedamos callados y ponemos atención a nuestros múltiples “pensamientos”, pero no es así, porque en realidad ese es el paso inicial, tan primario que pese a guardar silencio nuestra mente está llena de ruido que se manifiesta en múltiples voces en forma de “pensamientos”.
Si hacemos caso y nos dejamos atrapar por cualquiera de esas “voces”, nos daremos cuenta que en cuestión de minutos nuestra atención estará atrapada por las problemáticas y preocupaciones de siempre. A veces -y en el mejor de los casos- al guardar silencio y poner atención a nuestro interior emergerán respuestas a nuestros problemas cotidianos, esto es excelente, pero es un distractor más. Encontrar en el silencio respuesta a nuestra problemática diaria es migaja de un bien mayor: paz.
Decididos en la intención de acudir a nuestro interior, es importante sólo hacer caso al silencio mismo, es decir, a la sustancia del no ruido, de las no voces; de la experiencia en sí de ese estado que hace magnífica alianza con la quietud y el vacío.
No obstante que todas las cosas están en constante cambio y movimiento se puede experimentar en nuestra interioridad la quietud, quietud que no es sinónimo de parálisis, es todo lo contrario, es acción en la toma de conciencia en medio del torbellino caótico.
Entre el silencio y la quietud aparece el vacío –inicialmente- como una serie de escondrijos entre las cosas que nos rodean y los pensamientos, pero que poco a poco nos van mostrando su real magnitud, de tal manera que llegamos a descubrir que es el vacío lo que está presente en todo.
Por supuesto adentrarse en lo íntimo de nuestro ser implica constancia y disciplina, pero vale la pena empezar cuanto antes y si lo hacemos acompañados mejor. Precisamente esta es una característica de las regiones en donde habitan las personas más longevas: la conformación de colectivos para trabajar la interioridad de las personas.
Iniciar un año nuevo con la firme voluntad de detonar nuestra vida interna es mucho más que un buen propósito… seguramente representará el punto para potenciar algo mayor, no sólo para soportar los grises nubarrones de la realidad social, sino para disfrutar y desarrollar en paz y a plenitud nuestro ser. Se lo aseguro.