-¿Qué vas a querer de Reyes?, le pregunté a mi hijo Luis de 13 años.
-¡Ayy papá!… con que me “traigan” una bomba para echarle aire a la bici de hace tres años, me conformo. Mejor cómprale más muñecas a mi hermanita.
-Me fui medio desconsolado a la ferretería que está a cuatro cuadras de casa. Pensar que ya no podía “robar” sonrisas, ni sorpresas me tenía un poco triste en este Día de Reyes.
En el camino, los balones, las muñecas, las pistolas lanza-dardos estaban por todas partes. Los niños soldados reían, y las niñas muy en su papel de “mamás” con sus nuevas “hijas”.
De regreso, ya con la bomba de aire en mano, aún con mis diálogos internos, apenas percibí una manita que me jaloneaba del pantalón. Era un pequeño. Tendría unos cuatro años.
-¿Me regala aire?.
-¿Aire?, pregunté medio confundido.
Se metió adentro de una carnicería y sacó una pequeña bicicleta con rueditas.
-Es que dice mi papá que los Reyes Magos estaban muy ocupados y ni tuvieron tiempo de ponerle aire a mi bici nueva.
-¿Cómo te llamas amigo?, le pregunté.
-Ángel. Pero me dicen Angelito.
-Inflé sus llantitas, y una gran sonrisa (apenas comparada con la de mi pequeña cuando vio sus muñecas) me alegraron este Día de Reyes.
-Cuando llegué a casa Luis me estaba esperando.
-¡Gracias papá, a bajar kilos para quedar bien con la novia!.
Infló de volada su bici… y apenas me dijo adiós. Fue cuando me di cuenta, de que aunque los Reyes Magos se hagan viejos, siempre podrán regalar un poco de aire para obtener la sonrisa de algún angelito.