Por: Davinchi.
Acababa de llegar a la tienda que está en el mero centro de Saltillo. Eran las nueve de la mañana y una pequeña niña estaba afuera esperando a que abriera el local.
Un lunar junto a su boca me recordó la canción del “Cielito lindo”, levanté la cortina, encendí las luces y prendí la calefacción.
-¡Buenos días! Le dije a la pequeña.
-Buenos días, vengo a comprar ropa, tooooooda la que necesito. No sé… zapatos, tenis….
Me dio un poco de risa la desesperación de la chiquilla.
Sobre el mostrador puso una bolsa de plástico con monedas.
-Son todos mis ahorros, toooooodos. Estoy decepcionada, nunca recapacitó.
¿Karen?, pregunté.
-¿Cómo sabes mi nombre?
-Ja, ja, ja y cómo no iba a saberlo si ya todo el mundo habla de ti.
La niña se puso un poco roja, se dio media vuelta y tomó una blusita color rosa, unos jens y un par de tenis.
Ni siquiera se los midió.
-¿Si completo o no?
No abrí la bolsa, aquella en donde no solo estaban todos sus ahorros, sino el sueño de ver en vivo a Justin Bieber. No era necesario contarlas. La cantidad era lo de menos. El valor de la bolsita no era el de las monedas… era el valor de la decepción, de la tristeza, del adiós a la idolatría del cantante.
-La tienda es tuya, le dije.
-Gracias… respondió mientras se iba hablando sola… “¡Luchamos por ti… morimos por ti… nosotras te hicimos una estre… estre… estrellita superstar!”, decía una y otra vez.
En Saltillo continuaba el frío… me remordió la conciencia no haberle patrocinado un sweater a aquella belieber, la del lunar junto a la boca.